HOLLYWOOD
“Piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello” (Filipenses 4:8, RVC).
El 13 de julio de 1923, se dedicaba oficialmente el cartel de “Hollywood” sobre las colinas de la ciudad homónima, en Los Ángeles. Originalmente, aparecía como “Hollywoodland”, pero las últimas cuatro letras fueron quitadas cuando fue renovado en 1949.
Hollywood se fundó en 1857, y tomó su nombre de un rancho cercano. Hacia fines del siglo XIX la industria del cine estaba monopolizada por Thomas Alva Edison. Tras la guerra de las patentes en 1897, varias productoras cinematográficas asentadas entre Nueva York y Nueva Jersey decidieron trasladarse a California, para no pagar esas tasas por patentes. El clima y la duración de los días, además, les eran más favorables para filmar. Así, tras fundarse el primer estudio de cine en 1911, otros quince estudios decidieron establecerse allí. Desde entonces, el distrito de Hollywood se ha convertido en la meca mundial del cine.
Hollywood ya no designa solamente esa zona de California, se asocia genéricamente a la industria del cine y la televisión. De allí proceden películas que dan la vuelta al mundo y son vistas por miles de millones de personas.
Por el contenido de las películas allí producidas, Hollywood se convirtió en sinónimo de violencia, pornografía y ocultismo. En un estudio que publicó la revista científica Pediatrics [Pediatría], se analizaron treinta películas por año, desde 1950 hasta 2013. Encontraron que las escenas de violencia se triplicaron desde 1985: cuando un estadounidense alcance los 18 años, habrá sido testigo de más de 200 mil actos de violencia y más de 16 mil asesinatos. Además, la violencia es cada vez más gráfica, sexual y sádica.
Nuestro versículo nos insta a mantener nuestra mente pura, pues nuestros pensamientos cimientan lo que hacemos y somos. Por esto, Elena de White nos recomienda cuidar concienzudamente lo que entra por nuestros sentidos:
“Los que no quieran ser víctimas de las trampas de Satanás, deben guardar bien las avenidas del alma; deben evitar el leer, mirar u oír lo que podría sugerir pensamientos impuros. No se debe permitir que la mente se espacie al azar en cualquier tema que sugiera el enemigo de nuestras almas. Hay que vigilar fielmente el corazón, porque los males de afuera despertarán los males de adentro, y el alma vagará en tinieblas” (Elena de White, Cartas a jóvenes enamorados, p. 60).
Hoy, cuida lo que entra por tus sentidos, ya que afectará tus pensamientos, y tus pensamientos finalmente determinarán lo que eres.