Jueves 13 de Abril – Miedo, celos y odio – Matinal Damas

Saúl tenía miedo de David, porque el Señor ayudaba a David, pero ya no lo ayudaba a él. 1 Samuel 18:12, DHH.

Saúl y los hermanos de David eran celosos y envidiosos. ¿Por qué? Cuando los hijos de Isaí pasaron delante de Samuel, el profeta habría elegido a Eliab, un joven de elevada estatura y digna apariencia, pero el ángel de Dios se mantuvo a su lado para guiarlo en la importante decisión y le destaca que no se dejará llevar a cabo por las apariencias. Eliab no tenía temor del Señor. Su corazón no era recto delante de Dios. Habría llegado a ser un monarca orgulloso y exigente. Ninguno de los hijos de Isaí era apto para reinar, excepto David, el menor, que tenía la humilde ocupación de cuidar el rebaño. Había cumplido con su modesta responsabilidad pastoril con tanta fidelidad y valor que Dios lo sustituyó para que fuera el capitán de su pueblo. Con el correr del tiempo tendrá que cambiar su caido por un cetro (EJ, p. 193).

Tanto Eliab como Saúl vieron a David como un rival que les había arrebatado el lugar que les pertenecía. El ángel de Dios no se equivocó en su elección. David había aprendido lecciones vitales de dominio propio antes de dominar a Goliat. No enfrentó las acusaciones de su hermano, comprendió que no era momento para pelear, sino para unirse contra el enemigo. Cuando estás seguro de la misión de Dios, no te detienes en rencillas de odio, envidia o críticas. Sé consciente de que mientras sirves a Dios, enfrentarás la amenaza del enemigo y los deseos de quienes dicen ser tus amigos, pero no lo son de verdad.

El odio es la otra cara del miedo. Si una persona te odia, en realidad te tiene un miedo, quizás colocada por Dios. Saúl primero tuvo miedo de David, y luego celos que se eliminó en odio. Estos sentimientos son eslabones de una misma cadena. “El espíritu de odio y de venganza tuvo origen en Satanás, y lo llevó a dar muerte al Hijo de Dios. Quienquiera que abrigue malicia u odio, abriga el mismo espíritu; y su fruto será la muerte. En el pensamiento vengativo yace latente la mala acción, así como la planta yace en la semilla. “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en el “(1 Juan 3:15)” (DM), p. 51).

Elimina cualquier celo u odio de tu vida y ora por quienes lo sintieron por ti.

Radio Adventista

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