“¿Sabes tú el tiempo en que paren las cabras montesas? ¿Has mirado tú cuando las ciervas están pariendo? ¿Has contado tú los meses de su preñez y sabes el tiempo cuando han de parir?” (Job 39:1, 2).
Un tiempo atrás, escuché un sermón titulado “Dos vacas, un pez, dos aves y un asno”. El pastor, proveniente de Jamaica, habló sobre las dos vacas de 1 Samuel 5, el pez de Jonás 1, las aves de 1 Reyes 17, y el asno de Números 22. Sentada allí, disfrutando del sermón, me di cuenta de que yo también tenía una historia de animales para contar, que mostraba cómo Dios, en su amor, otorga instintos protectores a los animales.
Cuando era niña, teníamos algunas cabezas de ganado, una de las cuales era Pemya, una novilla. En aquellos días, el ganado quedaba en la pastura, y los que querían volvían a la casa a la tardecita. Nosotros visitábamos el ganado en la pastura algunas veces cada semana, y les llevábamos algo especial, como plátanos, pieles de verduras y un suplemento proteico, para complementar su dieta de pasto.
Cuando descubrimos que Pemya estaba preñada, nos preocupamos sobre cómo lo manejaría esta “madre primeriza”, ya que ella siempre optaba por quedarse en la pastura. Se acercaba una luna llena, y mi mamá sabía que el ternero nacería en cualquier momento. Pero como no había habido ninguna novedad, mi mamá salió para la iglesia. A la mitad del sermón, alguien entró y dijo que había una vaca caminando y mugiendo en el patio de la iglesia. Cuando mi mamá escuchó eso, supo que era Pemya. La iglesia quedaba a casi dos kilómetros de nuestra casa, en dirección opuesta a la pastura; pero Pemya, que nunca venía a la casa, “sabía” que era sábado y que estaríamos en la iglesia. Mi madre pidió ayuda a un joven. Pemya nos llevó hasta donde estaba el ternero, y lo llevaron a casa. Los vecinos nos contaron que Pemya había ido a la casa algunas veces, mugiendo, y había vuelto a la pastura. La última vez que la habían visto, estaba trotando hacia el pueblo.
Si Dios se preocupa por los gorriones y da instinto de supervivencia a una vaca primeriza, piensa en cuánto anhela darnos un plan para nuestra vida, si se lo pedimos. Debemos confiar en quien dijo a Job: “¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra?” (Job 38:4). Dios es fiel para con toda su creación; y su creación nos incluye a ti y a mí.
Vashti Hinds-Vanier