Jueves 11 de Junio – TOMÁS GALLAUDET – Devocional para Jóvenes

TOMÁS GALLAUDET

Quedaron completamente asombrados y decían una y otra vez: “Todo lo que él hace es maravilloso. Hasta hace oír a los sordos y da la capacidad de hablar al que no puede hacerlo”. Marcos 7:37.

Cierto día cálido del verano de 1815, el pastor Tomás Gallaudet, sentado en los escalones de su casa en Hartford, Connecticut, observaba a un grupo de niños que jugaban “a la pega”, juego característico de todos los niños en el que se tienen que alcanzar y tocar. Apartada del grupo, estaba una niñita con un delantal rosadito.

-Teddy -llamó el Pastor Gallaudet a uno de los niñitos-. ¿Quién es la niña del vestido rosita?

-Oh, ella -respondió Teddy a la vez que arrugaba la nariz en una mueca de disgusto-. Se llama Alicia Cogswell. Vive en la otra cuadra. Es sordomuda. No sabe nada, ni siquiera su propio nombre.

Teddy regresó al juego, y el pastor Gallaudet caminó lentamente por el césped hasta el lugar donde se encontraba Alicia. Le permitió tomarla de la mano y guiarla nuevamente a los escalones de madera donde había estado sentado.

“¿Cómo me podré comunicar con ella?”, se preguntaba. Bajo una extraña inspiración, se quitó el sombrero gris de copa y se lo puso en la cabeza a la niñita. Tomando un palito, escribió las letras SOMBRERyOenla arena. Tomando nuevamente el sombrero, lo puso directamente a la altura de la palabra que había escrito. Señalaba primero al sombrero y luego la palabra. Calcó nuevamente las letras y otra vez señaló al sombrero y luego a la palabra. Durante más de una hora los dos se entretuvieron con el jueguito. De pronto, Alicia tomó el sombrero y se lo puso en la cabeza. Señalaba la palabra en el suelo, tocaba el sombrero que traía puesto y saltaba de alegría.

Al instante el Pastor Gallaudet estuvo a su lado y la levantó en sus brazos. Alicia se reía emocionada. Y el sombrero cayó al suelo. Ella lo levantó y nuevamente señalaba primero el sombrero y luego la palabra dibujada en el suelo. El Pastor Gallaudet quiso gritar de alegría. ¡Había encontrado una manera de ayudarla a comunicarse!

Aquella tarde fue el comienzo de todo un proyecto del señor Gallaudet acerca de la educación de los sordomudos. Fue a Europa a aprender dactilología (el lenguaje que usan los sordomudos). Cuando regresó, abrió la primera escuela para sordos en América. Por su medio, ayudó a cientos de niños a escuchar con sus ojos y a hablar con sus manos.

¿Conoces a algún sordomudo? ¿No sería emocionante aprender la dactilología, para poder comunicarte con él? De esta manera tan sencilla podrías ser como Jesús o como Tomás Gallaudet, que ayudaron a los sordos a escuchar y a los mudos a hablar.

Radio Adventista

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