Jueves 11 de enero “TIENES UN CORREO ELECTRÓNICO” Matutina mujeres

TIENES UN CORREO ELECTRÓNICO

“Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros” (Efe. 3: 20).

Un día tranquilo en el trabajo, me puse a revisar los correos electrónicos que tenía en la bandeja de entrada. Uno de ellos decía: “Mira mi venta de cosméticos”. Esto debe ser spam, pensé. Hay tantos hoy en día. Estaba a punto de borrarlo cuando algo hizo que lo abriera. El mensaje invitaba, a todos los interesados en comprar cosméticos a contactarse, y proporcionaba información de contacto. Escribí rápidamente el número de teléfono y puse la nota en mi cartera.

Un par de semanas después, cuando se me terminó la base de maquillaje, encontré la nota. Llamé por teléfono y quedé en ir a la casa esa tarde. Cuando legué a la casa, la consultora de belleza se presentó como Ella. Su casa estaba totalmente desordenada. La cocina estaba repleta de cajas de todo tipo de productos cosméticos.

El comportamiento de Ella demostraba que su corazón también estaba hecho un caos, su tristeza era demasiado visible. Mientras conversábamos, me contó de la historia de abuso que ella y sus dos hijos habían sufrido los últimos años. Me conmoví al escuchar sobre el problema que su esposo tenía con las drogas. Luego, le pregunté si podía orar con ella. Ella aceptó con entusiasmo el folleto inspirador que le di y me dejó abrazarla, y sonrió cuando le dije que me mantendría en contacto.

En medio de las pruebas de Ella, Dios hizo que nuestros caminos se cruzaran. Con el tiempo, nuestra amistad se fortaleció. La ayudé a actuar ante su necesidad de mudarse a un refugio, encontrar un trabajo y obtener un medio de transporte. Entonces, me confesó la verdad: ella también había estado usando drogas. Finalmente, las circunstancias hicieron que terminara en la cárcel. Aunque yo nunca había estado en una penitenciaría, fui a visitarla. En la soledad de su celda, Ella clamó a Dios, quien fue misericordioso y contestó a sus oraciones. Ella pudo entrar en un programa de rehabilitación, para tratar las consecuencias de sus relaciones disfuncionales.

Un día, le pregunté cómo había obtenido mi dirección de correo electrónico; ella no tenía idea. Ante sus serias dificultades, simplemente había mandado un correo masivo, anhelando que cualquiera respondiera. Al mirar atrás, ambas nos maravillamos por la manera en que Dios trabajó para unir nuestras vidas de una manera milagrosa.

¿Conoce Dios tu correo electrónico? ¡Con seguridad!

KAREN PHILLIPS

Radio Adventista

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