PERMANECER EN CRISTO
«Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor». Juan 15: 10, NVI *
ESTA UNIÓN CON CRISTO, una vez formada, debe mantenerse. Cristo dijo: «Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí» (Juan 15: 4, NVI). Este no es un contacto casual, no es una unión que se realiza y se corta luego. El sarmiento llega a ser parte de la vid viviente. La comunicación de la vida, la fuerza y el carácter fructífero de la raíz a las ramas se verifica en forma constante y sin obstrucción. Separado de la vid, el sarmiento no puede vivir. Así tampoco, dijo Jesús, ustedes pueden vivir separados de mí. La vida que han recibido de mí puede conservarse únicamente por la comunión continua. Sin mí, no pueden vencer un solo pecado, ni resistir una sola tentación.
«Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes» (Juan 15: 4, NVI). El estar en Cristo significa recibir constantemente de su Espíritu, una vida de entrega sin reservas a su servicio. El conducto de comunicación debe mantenerse continuamente abierto entre el hombre y su Dios. Como el sarmiento de la vid recibe constantemente de la savia de la vid viviente, así hemos de aferrarnos a Jesús y recibir de él por la fe la fuerza y la perfección de su propio carácter. […]
La vida de la vid se manifestará en el fragante fruto de los sarmientos. «El que permanece en mí —dijo Jesús— como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada» (Juan 15: 5, NVI). Cuando vivamos por la fe en el Hijo de Dios, los frutos del Espíritu se verán en nuestra vida; no faltará uno solo.
«Mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto, la corta» (vers. 1-2, NVI). Aunque el injerto esté unido exteriormente con la vid, puede faltar la conexión vital. Entonces no habrá crecimiento ni frutos. Puede haber una relación aparente con Cristo, sin verdadera unión con él por la fe. El profesar la religión coloca a los hombres en la iglesia, pero el carácter y la conducta demuestran si están unidos con Cristo. Si no llevan fruto, son pámpanos falsos. Su separación de Cristo entraña una ruina tan completa como la representada por el sarmiento muerto. «El que no permanece en mí —dijo Cristo— es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman» (vers. 6, NVI).— El Deseado de todas las gentes, cap. 73, pp. 645-646.