“Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios […] a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Corintios 1:1, 2).
La Primera Epístola a los Corintios fue escrita en Éfeso, donde Pablo desarrolló su ministerio por tres años y fue el principal centro de sus actividades durante el tercer viaje misionero. La iglesia de Corinto había sido establecida durante el segundo viaje misionero de Pablo. El apóstol pasó, al menos, 18 meses en aquel lugar. Su obra fue ardua, pero exitosa, ya que dejó establecida una iglesia próspera en una ciudad de referencia.
El propósito de esta epístola es doble: primero, reprochar la apostasía, que había provocado en la iglesia la introducción de prácticas que corrompían las enseñanzas del evangelio; y segundo, fortalecer la creencia y la práctica de algunos temas que los mismos creyentes necesitan clarificar.
En el capítulo 1, Pablo hace un fuerte llamamiento a la unidad, amparado en la autoridad que proviene de Dios. Así, les pide que concuerden en sus dichos y hechos, y que armonicen pensamientos, intenciones y acciones. El punto central del llamado a la unidad es la Cruz y el sacrificio de Jesús, pues solo la salvación une a todos.
El apóstol termina el capítulo 1 hablando del criterio que Dios usa para llamar a las personas y del impacto que eso causa, Para avergonzar a los sabios, Dios escogió lo que el mundo cree que es locura. Para avergonzar a los poderosos, Dios escogió lo que el mundo considera débil. Para destruir lo que el mundo piensa que es importante, Dios escogió lo que el mundo desprecia y dice que no tiene valor. Detrás de la humildad puede haber sabiduría, detrás de la fragilidad puede haber fuerza y detrás de lo simple puede haber algo extraordinario.
Imagina por un momento estar en el Calvario. Si tendríamos que haber firmado el certificado de defunción de Jesús, ¿qué habríamos registrado como causal de su muerte? ¿Algo así?: “Certifico que, en el día de la fecha, a la hora sexta, falleció Jesús nazareno por causa de…” ¿De qué? El mismo Pablo dice: “Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Cor. 15:3).
La Cruz y el sacrificio de Cristo nos hermanan para la misión. Hoy, “antes de que se ponga el sol, piensa en algún acto que lleve a la conversión de alguna persona y ejecútalo con todas tus fuerzas” (Charles H. Spurgeon).