ELEGIDA
“No por ser vosotros el más numeroso de todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos” (Deut.7:7).
Estaba llegando al final de una etapa y comenzando otra. Fue muy emocionante terminar mi licenciatura en Educación y comenzar a buscar lugares para enseñar. Ese año escolar, solicité trabajo en algunas escuelas cercanas, para hacer sustituciones como maestra. Me llené de alegría al ver el calendarlo de la escuela de mis hijas, y darme cuenta de que ninguno de sus días de vacaciones escolares serían los mismos que los míos. Esto reducía el estrés de encontrar una niñera, ya que soy madre soltera. Podría ir a trabajar, y de ser necesario, ellas podrían cuidar de su otra hermana, que es discapacitada.
Aquel parecía ser el momento perfecto para aceptar todos los trabajos que pudiera conseguir. Sin embargo, para mediados de la semana no había recibido ninguna llamada para enseñar. Entonces decidí pasar el resto de la semana haciendo actividades divertidas con las chicas.
Apenas había hecho planes con mi familia, cuando recibí dos llamadas solicitando mis servicios para el jueves y el viernes, si estaba disponible. ¿Debía aceptar las dos ofertas? Estaba indecisa. Pero necesitaba el dinero. Yo sabía que mis hijas lo entenderían. Sin embargo, al final escogí cumplir con mi compromiso familiar.
Ese fin de semana, mientras hablaba con una amiga sobre mi dilema, Dios me hizo sentir que mi decisión lo había honrado. Él me eligió para ser la madre de estas niñas, y yo les había prometido que íbamos a pasar tiempo juntas, haciendo actividades como familia. El Salmo 15:4 nos dice que cumplir las promesas que hacemos, incluso aunque salgamos perjudicadas, es agradable a Dios. Él siempre cumple sus promesas (ver Núm. 23:19).
Sí, Dios me había elegido para un propósito especial: ser la madre de estas niñas preciosas. Me di cuenta de que, a pesar de que no gané ningún dinero esa semana, Dios me había escogido para bendecirme con una riqueza incomparable. Soy la cuidadora elegida de estas niñas, que son valiosísimas a sus ojos.
Querido Dios, gracias por amarme tanto. Ayúdame a buscarte siempre, para que mis decisiones te honren. Gracias por elegirme para el ministerio de la maternidad. Amén.
Georgina George