“QUE LA FUERZA TE ACOMPAÑE”
“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación mi alto refugio” (Salmo 18:2).
Lo confieso: nunca vi ninguna película de la saga “La guerra de las galaxias” (Star Wars). Reconozco que los siete filmes de la saga estrenados hasta el momento son ya un icono cultural, y que cosecharon millones de seguidores a través de los años.
En resumen, el argumento de esta historia de Ceorge Lucas trata, ni más ni menos, del eterno conflicto entre el bien y el mal. Por un lado están los Jedis, que luchan por la justicia y la paz, y por otro los Sith, que pretenden exterminar a los Jedis y tomar el control de la galaxia. Ambos bandos creen en “La Fuerza”; unos la usan para el bien y otros para provocar miedo y odio.
Por eso, una de las frases épicas de la película es: “Que la fuerza te acompañe”. En inglés, esta frase se traduce como “May the Forcé be with you”, y guarda similitud con “May the fourth be with you”, que significa “Que el 4 de mayo te acompañe”. Debido a esto, los fanáticos de esta historia han establecido que el 4 de mayo sea el día de Star Wars.
Hayas visto o no la película, quiero decirte algo: todos formamos parte de una gran guerra de las galaxias, y no podemos ser neutrales. Como en esta ficción, hay una guerra entre el bien y el mal. Hay actos heroicos, relatos épicos, y un enemigo nefasto que, desde el lado oscuro, procura destruirnos.
Pero Dios es amor, y quiere salvarnos; hasta envió a su Hijo para ese propósito. Y prometió darnos cada día la fuerza para vencer.
Hoy puede ser un día histórico. “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna” (1 Tim. 6:12). ¡Que la fuerza de Dios te acompañe!
“La parte que le toca a cada cristiano es perseverar en la lucha por vencer cada falta. Constantemente debe orar al Salvador para que sane las dolencias de su alma enferma por el pecado. El hombre no tiene la sabiduría y la fuerza para vencer; ellas vienen del Señor, y él las confiere a los que en humillación y contrición buscan su ayuda (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 439).