Miércoles 24 de agosto 2016. Firmes en la fe – Devoción matutina mujeres
«El que cree estar firme, tenga cuidado de no caer» (1 Cor. 10:12).
“Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona”. Thomas Carlyle
EN UN ARTÍCULO de la revista Christianity Today* se recoge el dato de que, en los últimos cincuenta años, uno de cada tres adventistas ha abandonado la iglesia. Por cada cien nuevos miembros, cuarenta y tres antiguos la abandonan. La cifra es elevada, y la razón principal de esta realidad es todavía más impactante que el dato.
Los adventistas no abandonan la Iglesia por diferencias irreconciliables con sus doctrinas, sino por problemas personales —como el divorcio o el desempleo— para los que no encuentran ayuda y apoyo eficaces entre la hermandad; y por experiencias negativas —especialmente dentro de la iglesia— que hacen tambalear su fe. Así, tan solitos como llegaron, se fueron. ¡Y qué vacío tan grande queda, tanto en nuestras filas como en sus corazones!
Creo que si preguntara a cada lectora de este devocional, muy poquitas dirían que nunca han sentido la tentación de abandonar el barco. Yo la he sentido, y fuerte. Toda mente activa, todo espíritu sensible y toda conciencia despierta se lleva grandes desilusiones, y con razón, ante ciertas realidades de la iglesia.
Desde su primera visita a Jerusalén cuando tenía doce años, y en muchas ocasiones durante su ministerio, Jesús tuvo motivos sobrados para decepcionarse de la religión tal como la estaban practicando sus contemporáneos. La corrupción de los sacerdotes, el legalismo de escribas y fariseos, la intolerancia de la gente, los rituales vacíos habían hecho perder de vista el verdadero significado de la fe. Jesús tuvo dos opciones, igual que nosotras: desvincularse de la religión judía (creando, tal vez, un ministerio independiente) o trabajar desde dentro para enseñar a vivir la religión con la sencillez y la plenitud que Dios requiere. Jesús eligió esta segunda alternativa. Siguió asistiendo a la sinagoga y volcó su experiencia personal con Dios, y el poder que Dios le otorgaba, en beneficiar a su pueblo y, a través de él, a toda la humanidad.
Jesús nos muestra el camino del trabajo desde adentro y nos pide no solo que no seamos piedra de tropiezo, sino que ayudemos a esos pequeños más débiles. Hagamos de la iglesia un lugar en el que quedarse.