Excelente de Verdad – Para el viernes 10 de junio 2016
«¿Cómo debemos criar al niño? ¿Qué tendremos que hacer con él?» (Juec. 13:12).
“Si las madres cristianas presentaran a la sociedad niños con caracteres íntegros, con firmes principios y una moral sólida, habrían realizado el más importante de todos los trabajos misioneros”. Ellen G. White
DURANTE AÑOS, el papá de Gordon había empujado a su hijo para que sacara mejores notas en la escuela. Se sentía decepcionado porque el pequeño no parecía ser excelente en nada. No es que fuera tonto, pero esperaba más de él.
En el último año de secundaria de Gordon, el padre fue invitado a una celebración en la que se daría reconocimiento público a varios estudiantes. La sola invitación le dejó perplejo; no podía imaginar en qué sobresalía su hijo. Programa en mano, se lanzó a buscar el nombre de Gordon; no estaba. Uno tras otro, los estudiantes más destacados marcharon ante un público entusiasmado; ni rastro de Gordon. ¿Por qué no se había esforzado más? ¿Por qué se había conformado tanto? Las preguntas se agolpaban en la mente de aquel padre hasta que fueron interrumpidas: «Por primera vez en este centro vamos a hacer entrega de un premio especial al joven más excepcional de todos. Por su carácter, integridad, bondad y liderazgo, Nunca hemos tenido un alumno igual, y seguramente nunca tendremos otro». ¿Su nombre? Gordon.
Es fácil caer en la tentación de centrar la educación de nuestros hijos en su desempeño académico. El riesgo está en asociar la excelencia única y exclusivamente con las notas que obtienen, o con la terminación inexcusable de una carrera universitaria. Nuestros hijos no son los estudios, por más que la sociedad aplauda lo académico; lo que cuenta en realidad es el carácter.
«La capacidad mental y la inteligencia no son el carácter, porque a menudo son posesión de quienes tienen justamente lo opuesto a lo que es un buen carácter. La reputación no es el carácter. El verdadero carácter es una cualidad del alma que se revela por medio de la conducta. Un buen carácter es un capital de más valor que el oro o la plata. No lo afectan los pánicos ni los fracasos, y en aquel día en que serán barridas las posesiones terrenales, os producirá ricos dividendos. La integridad, la firmeza y la perseverancia, son virtudes que todos debemos procurar cultivar fervorosamente» (La conducción del niño, cap. 31, pp. 171-172). ¿Por qué conformarte con el bronce o la plata cuando puedes aspirar a algo aún más valioso?