Jueves 7 de julio – ¿Está ahí Alegría? – 2. Matutina para adultos
«Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y eran estimados por todos; y cada día el Señor hacía crecer la comunidad con el número de los que él iba llamando a la salvación». Hechos 2: 46, 47, DHH
¡Quién no querría entrar a formar parte de una iglesia tan alegre y exuberante como aquella! Reflexionando en el tipo de comunidad «mutualista» demostrado en Hechos 2, el historiador de la iglesia Stephen Neill sacó esta conclusión: «Dentro de la comunión de los que están ligados entre sí por la lealtad personal a Jesucristo, la relación de amor alcanza una intimidad y una intensidad desconocidas en otros ámbitos. La amistad entre los amigos de Jesús de Nazaret es distinta de cualquier otra amistad. […] Que en las congregaciones cristianas existentes sea tan rara es una medida del fracaso de la iglesia en su conjunto en lo que respecta a estar a la altura del propósito de su Fundador para ella. Cuando se experimenta, especialmente al cruzar las barreras de la raza, la nacionalidad y el idioma, es una de las pruebas más convincentes de la actividad permanente de Jesús entre los hombres» (Christian Faith Today, p. 174).
Recibí una carta anónima de un superviviente de divorcio, que describía la depresión que padecía y cómo, fuera de la comunidad de la iglesia, experimentaba realmente más «comunidad» entre sus colegas ajenos a la iglesia que en su propia congregación. «Dios me ama. ¿Por qué nadie de aquí puede hacerlo?». Entonces, ¿cómo le respondemos tú y yo, que somos de la iglesia de ese hombre?
¿Crees que Dios está aguardando que tú y yo tomemos la iniciativa, que busquemos a cinco o seis más dispuestos a compartir el viaje una vez por semana? ¿Podría ser tan simple como abrazar los cuatro ingredientes de ayer (la Palabra, el grupo, el pan, las oraciones) y, humildemente ponerse a cultivar ese tipo de comunidad «mutualista» de afecto amante?
«Puede ser que las cosas vayan mal para cada uno, que la tristeza y el desánimo puedan oprimir a cada alma; entonces la presencia personal, un amigo que anhela consolar e impartir valor, rechazará los dardos del enemigo lanzados para destruir. No hay la mitad de los amigos cristianos que debiera haber en las horas de tentación. En una crisis, ¡qué valioso es un verdadero amigo! [… L]os verdaderos amigos que aconsejarán, que impartirán una esperanza reanimadora, la fe tranquilizante que eleva el alma, ¡oh, una ayuda tal vale más que perlas preciosas!» (Comentario bíblico adventista del séptimo día, Comentarios de Elena G. de White, t. 3, pp. 1181, 1182).
Por ello, la próxima vez que alguien llame interesado en alegría, ¿por qué no eres el amigo que responde?