Martes 21 de junio 2016 – Esperanza de ganchillo. Devoción matutina adultos
«Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades,por los siglos de los siglos. Amén». Efesios 3: 20, 21
SEGÚN OBSERVÓ con fino humor británico The Guardian de Londres, «con independencia de los defectos que Maria D’Antuono pueda tener, desaprovechar el tiempo no se encuentra entre ellos». La mujer de 98 años fue uno de los pocos supervivientes que fueron sacados de entre los escombros del terremoto de magnitud 6,3 que sacudió la Italia central. Durante treinta horas oscuras e interminables yació atrapada bajo las ruinas de su hogar, no lejos del epicentro de L’Aquila. ¡Pero la encontraron! Y cuando la anciana fue puesta a salvo entre las aclamaciones del gentío expectante, alguien le peguntó qué había hecho para pasar las horas mientras aguardaba el rescate con esperanza. «Bueno, ¡ganchillo, naturalmente!». Se le vino el mundo encima todo a su alrededor, pero la matriarca de 98 años sobrevivió con una aguja de ganchillo, un ovillo de hilo y un corazón lleno de esperanza.
Ni siquiera un terremoto puede sepultar la esperanza. «De pronto hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella» (Mat. 28: 2). Sus enemigos podrían haber amontonado mil montes como el Everest encima del sepulcro de Jesús en el huerto, pero habría dado igual, porque ni siquiera un terremoto puede enterrar la esperanza. Y cuando salió de aquella cripta agitada por el temblor y declaró sobre los escombros antes del amanecer «Yo soy la resurrección y la vida» (Juan 11: 25), se garantizó para siempre la esperanza última de la humanidad. La muerte puede enterrarnos, pero la esperanza aún puede resurgir en el poder del Salvador resucitado.
¿Y cambian en algo las cosas para el sinnúmero de crisis que se nos echan encima, enterrándonos bajo su peso aplastante, que deja sepultadas tanto la vida como la esperanza? Emocional, económica, social, física, espiritualmente, puede que te sientas ahora mismo enterrado entre los escombros. Sin salida del desplome, sin esperanza de rescate, sin promesa de resurrección. Pero no repitas el error de cálculo de los once discípulos que descuidaron tener en cuenta el poder de la omnipotencia divina en su crisis. Porque solo después descubrieron que, con independencia de lo pesada que sea la roca que nos sepulta, el Cristo resucitado puede hacerla rodar.
Así que pon el dedo en esta promesa de resurrección y «haz ganchillo» de tu futuro con una nueva esperanza: «Dios […] puede hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, gracias a su poder que actúa en nosotros» (Efe. 3: 20, DHH).