Lunes 4 de Julio 2016 – El liderazgo está en la acción. Devocion Matutina Mujeres

«Sigan ustedes mi ejemplo, como yo sigo el ejemplo de Cristo» (1 Cor. 11: 1).

“Es más importante una vida con cierta ejemplaridad que gentes que expliquen lo que hay que hacer y lo que es mejor”. Enrique Rojas

CUANDO ERA NIÑA, siempre encontraba personas como las que me gustaría ser. No me refiero a gente famosa, sino común y corriente, de mi día a día, que mostraban en su conducta integridad, principios, actitudes que yo admiraba y deseaba adquirir. Todo era tan natural, que ni me daba cuenta; sin embargo, iba cambiando por su influencia para bien y de una manera agradable, no impositiva. Ahora veo que es dificilísimo encontrar, en los hogares, las escuelas, la esfera social o cultural, e incluso en las iglesias, héroes cotidianos que con sus vidas inspiren a nuestros niños y jóvenes. De hecho, creo que si tú y yo no nos decidimos a ser para las generaciones que nos siguen esos puntos de referencia, se inspirarán en modelos que los alejen por completo de la senda cristiana.

¿Quiénes han sido los líderes morales de tu vida, la gente a la que realmente respetabas porque te iban marcando un camino a seguir con su valor, su generosidad, su cortesía, su integridad, en otras palabras, su ejemplo inquebrantable? En nuestro día a día, todas y cada una de nosotras somos referentes para otros. Como esposas, madres, hermanas, abuelas, amigas, maestras, vecinas, compañeras de trabajo, miembros de iglesia cada día mostramos nuestra aprobación o rechazo a actitudes mediante nuestra conducta; con lo que hacemos, y con lo que dejamos de hacer, vamos marcando el camino de lo que está bien o mala esos ojos que nos miran y esas manos que se aferran de las nuestras; vamos motivando, o dejando de motivar; vamos siendo las figuras que otros necesitan para ir construyendo su manera de estar ante el mundo. Aprovechemos esta oportunidad para ser ejemplos para el bien.

¿Cómo se logra esto? En palabras de Robert Coles: «Viviendo como si Jesús fuera una presencia real y cercana, insistiendo constantemente en que son los hechos, y no las palabras habladas o escritas ni los ritos practicados, la prueba del significado de la fe en la vida de uno».