El grano y la paja – Para viernes 3 de junio 2016. Matinal adultos
«No se angustien ustedes. […] Voy a prepararles un lugar. Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar». Juan 14: 1-3, NVI
PHILIP GULLEY, EN su delicioso libro Front Porch Tales, recuerda un día en que él, sus cuatro hermanos y sus padres estaban de vacaciones y pararon para comer en un restaurante de carretera de la cadena Stuckey’s. Cuando la familia volvió a apretujarse en su vehículo y reemprendió la marcha, el joven Philip estaba en el baño. Después de haber recorrido treinta y dos kilómetros por la carretera, ¡alguien contó las cabezas y descubrió la omisión! Según lo describe Gulley, hizo falta «una votación sobre la marcha para volver por mí. Casi hubo empate, pero en el último minuto mamá cambió de opinión» (pp. 68, 69).
Aunque eso no llega a ser descartar el grano con la paja, es, no obstante, un aviso de que hay cosas (o personas) que nunca debemos dejar olvidadas. Dado el fenomenal éxito en ventas hace unos años de la colección de novelas evangélicas titulada Dejados atrás —una representación novelada del rapto secreto de Cristo y los siete años subsiguientes de horrenda tribulación en la tierra—, el regreso de Jesús se encuentra, de forma muy obvia, en la mente de al menos los cristianos de Estados Unidos. Para mí, personalmente, ello es motivo de gratitud. Y aunque es evidente que las novelas de Dejados atrás dejaron atrás algunas verdades vitales de las Escrituras, no debemos, no obstante, descartar el grano (Jesús) con la paja. En nuestro entusiasmo por defender la verdad y corregir los errores sobre la segunda y pronta venida de Cristo, no debemos olvidar afirmar y celebrar la buena nueva que está en el centro de todo ello: ¡el regreso de Jesús!
Después de todo, la promesa más amada de las Sagradas Escrituras (junto con Juan 3: 16) se encuentra en las palabras de Jesús en el aposento alto que son nuestro texto de hoy. «No se turbe vuestro corazón. […] Volveré».
¡Y fíjate en lo que significa esa promesa! «Por largo tiempo hemos esperado el retorno del Señor. Pero la promesa es, de todos modos, segura. Pronto estaremos en nuestro hogar prometido. Allí Jesús nos pastoreará junto al río de la vida que sale del trono de Dios y nos explicará las tenebrosas providencias a través de las cuales nos condujo para perfeccionar nuestros caracteres. Allí contemplaremos con clara visión las bellezas del Edén restaurado» (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 265).
¡No es de extrañar que la llamen la esperanza «bienaventurada»!