Viernes 15 de julio – El delicado equilibrio entre realismo y compromiso
«Deben enseñar a las mujeres más jóvenes a amar a sus maridos» (Tito 2: 4, RVC).
“Hay definitivamente una correlación entre éxito familiar y éxito personal”. John Maxwell
RALPH ACABABA de divorciarse y sentía remordimientos por no haber cumplido su compromiso de «hasta que la muerte nos separe». Así que fue a consultar a una psicóloga. «Deberías estar agradecido —le dijo ella—. Has cerrado una etapa y tu exmujer, que ha viajado contigo hasta este punto, te ha dejado libre porque no pueden seguir creciendo juntos. Te ha hecho un regalo: ahora puedes continuar buscando tu felicidad en una nueva etapa, en lugar de quedarte estancado e infeliz junto a ella».
Esta es una mentalidad muy común en nuestros días. Cada vez más gente ve el matrimonio como una decisión tomada para recibir felicidad, satisfacción y crecimiento personales. Por eso, cuando después de un tiempo uno de los cónyuges ya no recibe ninguno de los tres, siente que es hora de dejarlo, de buscar a otra persona, o de investigar otros caminos para seguir creciendo. Esta es la perspectiva egocéntrica que predomina en la sociedad, a todos los niveles, y que poco a poco ha ido calando también en la mentalidad de hombres y mujeres cristianos. Pero aunque nosotros estamos en el mundo, hemos sido llamados a no ser del mundo (ver Juan 15:19; 17:14).
Analizando esto del matrimonio incluso desde este parámetro egocéntrico del mundo, ¿acaso no se crece más como persona cuando se mantiene el compromiso adquirido, superando vientos y mareas para cumplir la palabra dada? ¿No es ese un buen camino hacia la madurez personal, hacia la fortaleza de carácter, hacia el desarrollo de un amor profundo, que va mucho más allá de la satisfacción egoísta por razones superficiales? ¿Acaso no crecemos y aprendemos a buscar nuevos caminos cuando nos damos cuenta de que en ninguna relación encontraremos todo lo que desearíamos tener?
Esperar que exista el hombre ideal es vivir en un mundo de fantasía. Crecer es renovar cada día el compromiso que adquirimos con la persona que está a nuestro lado, es dejar de soñar con lo imposible y adaptarnos con amor y ternura a ese que hemos elegido. Es vital plantear eso del crecimiento personal desde una perspectiva cristiana. «En lugar de ser un buen argumento para abandonar un compromiso de por vida, nuestra necesidad de crecer es la razón más poderosa para mantenerlo».