«Debes saber que en los tiempos últimos vendrán días difíciles» (2 Tim. 3:1).
Señales visuales de peligro nos rodean por todas partes, comenzando por los productos que consumimos y que presentan advertencias del tipo:
«Contiene nueces»; «Puede causar náuseas»; «Para niños mayores de cuatro años»… Siguiendo con las señales de tránsito, que nos avisan, por ejemplo, de que entrar en determinada curva a cierta velocidad es peligroso, y como no queremos perder el control del auto y acabar estrelladas contra un poste, obedecemos. Vemos la señal, la entendemos y actuamos en consecuencia.
En los diferentes edificios públicos sucede lo mismo. «Peligro, suelo resbaladizo»; «Área restringida, Rayos X»; «Solo personal autorizado»… Y lo mismo sucede en propiedades privadas, donde podemos encontrar señales del tipo: «Ojo al perro». Si tienes miedo a lo que un perro pueda hacerte, no te acerques. Cuando vemos las distintas señales, inmediatamente sabemos qué hacer. Por eso son tan importantes, porque la información que contienen nos da el poder para tomar decisiones acertadas. El problema es que a veces vamos tan distraídas con lo que sucede dentro de nuestro propio auto o con los pensamientos que se agolpan en nuestra cabeza que no prestamos atención a las señales del camino. Como le sucedió, por ejemplo, a una maestra.
Buscando el consultorio de un especialista, esta maestra llegó al hospital. Siguió las señales, pero terminó en la morgue. ¿Cómo era posible? Fácil: una llamadita telefónica aquí, una miradita por allá a quien se encontraba en el camino… su atención se distrajo y terminó precisamente en el lugar que menos respondía a sus intereses personales. ¿Sabes? Lo mismo nos puede pasar en el ámbito espiritual: podemos estar rodeadas de señales y creer que las conocemos y las respetamos, sin embargo, podemos estar viviendo de tal manera que nos distrae. El resultado podría ser catastrófico de cara a nuestra salvación.
A veces no vemos en nuestra vida señales de peligro espiritual que son absolutamente claras; señales como estas:
- Excesivo amor al dinero, que nos hace enfocarnos en producir a costa de confiar y orar.
- Orgullo espiritual, que nos lleva a creer que estamos bien, que no nos falta de nada pues pertenecemos a la iglesia que tiene la verdad. ¿Te suena de algo?
- Ideas contemporáneas en las cuales basamos determinadas decisiones pero que se alejan mucho de las verdades de la Biblia.
Amiga, presta atención a las señales; las de la Palabra de Dios y las de tu propia vida.