Domingo 8 de Julio – LA ABEJA – Devocion Matutina para Damas

LA ABEJA

“Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele” (1 Ped. 1: 6, 7).

Mi madre sufría de dolores de cabeza constantes. Luego, sus dolores de cabeza se convirtieron en lo que ella describía como alguien apuñalándola en la cabeza con un cuchillo y una sensación de quemazón extrema en el rostro. Este dolor terrible volvía a cada hora, día y noche. Yo, quien la cuidaba, podía escucharla desde cualquier parte de la casa, moviéndose, pisando fuerte y llorando. En tres años, consultamos a trece médicos, fue admitida en cinco hospitales diferentes y tuvo dos cirugías cerebrales. Sin embargo, el dolor seguía.

Durante este tiempo experimenté mucho estrés y frustración, porque ningún médico podía descubrir qué causaba el terrible dolor de mamá. También me sentía asombrada y enojada, porque mi Señor no parecía escuchar o responder a nuestras oraciones. Parecía habernos abandonado cuando más lo necesitábamos. Pero, él estaba allí. Nos enviaba mensajes de tanto en tanto, a través de una canción, un sermón o una lectura devocional. Un sábado de mañana en particular, usó a una abeja. Sí, una abeja.

Al encender mi auto, repentinamente vi una abeja que caminaba por el parabrisas. Cuando la velocidad llegó a 50 km/h, miré intensamente a mi “pasajera”, esperando el momento en que el viento la arrastraría. Cuando llegué a los 80 km/h, la abeja ya no estaba de frente al viento; había dado vuelta su cuerpo contra el viento, para que le diera en la “espalda”. Me imaginé que el viento le ganaría cuando llegara a los 110 km/h pero, para mi asombro, la abeja se prendió aún con más fuerza del parabrisas. Cuando estacioné en la iglesia, mi pasajera voló. Quedé un momento sentada en el auto, atónita.

Dios me estaba enseñando una lección. La abeja nos representa a ti y a mí. El viento representa las dificultades y las pruebas que tenemos que enfrentar. La respuesta de la abeja a la prueba fue darse vuelta, para que el viento golpeara su espalda. Esta debiera ser nuestra reacción a las pruebas y a quien nos las envía.

Aunque la prueba de mi madre continúa, medito sobre mi pasajera especial. Si estás atravesando una situación difícil, ¡sé como la abeja! Si estás pasando por alguna prueba en tu vida, oro para que esta experiencia te dé ánimo y fortaleza.

CHYNSIA MORSE

Radio Adventista

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