LA REINA DE SABÁ
ELLA PIDIÓ, ÉL DIO MÁS
Y el rey Salomón dio a la reina de Sabá todo lo que ella quiso, y todo lo que pidió, además de lo que Salomón le dio. Y ella se volvió, y se fue a su tierra con sus criados. 1 Reyes 10:13.
¿Qué trajiste al Rey? La reina de Sabá se preparó para ir ante el rey Salomón con oro, piedras preciosas, especies y madera de sándalo en abundancia. Cuando nos acercamos al Rey celestial lo que llevemos ante el trono de la gracia (aun nuestros mejores deseos y pedidos) es insignificante en comparación con las infinitas riquezas de la gracia divina.
Somos un pueblo escogido y bendecido por Dios. La bendición viene como resultado de creer en su Palabra y acercarnos a su trono con plena confianza en su amor y en su deseo de bendecirnos. Tenemos el sublime privilegio de comparecer ante el Rey del universo. ¿Cuál es tu propósito y cuál tu necesidad? ¿Cuán pequeña o extensa es tu lista?
Dios nos da mucho más abundantemente de lo que nosotras podamos pedir o imaginar. Acércate a su trono con la seguridad de que saldrás ricamente bendecida. Nunca sale un alma de su presencia con las manos vacías.
Además de las peticiones expuestas en su presencia, Dios llena nuestras manos con una labor para la expansión de su reino. Llena nuestra vida de bendiciones sin precedente, para compartirlas a nuestro alrededor. Nos concede abundantes riquezas en salud, en influencia, en alimentos, en sus consejos prácticos para una vida libre de enfermedad. Además, nos limpia de pecado y nos da su aprobación para que nos desarrollemos como hijas suyas amadas.
¿Qué petición tienes hoy para Dios? Salomón le dio a la reina de Sabá todo lo que ella quiso y todo lo que pidió, además de lo que él ya le había dado. Dios quiere darte mucho más de lo que deseas, y mucho más de lo que pides, aparte de la bendición que significa el solo ir ante su presencia con fe: su Santo Espíritu: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Efesios 3:20, 21). —RL