Domingo 7 de Abril – HIJO PRÓDIGO – Devocion Matutina para Adultos

HIJO PRÓDIGO

“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15:20).

Lucas 15 es la sección de los perdidos y encontrados de la Biblia. Allí hay tres parábolas que muestran la búsqueda incesante de Dios: la oveja perdida, la dracma perdida y el hijo pródigo. La historia del hijo pródigo es la mayor y más conmovedora de las tres. De hecho, tranquilamente podríamos llamarla “la parábola del padre amoroso”. Para entenderla mejor, analizaremos dos preguntas aparentemente obvias.

La primera es: Si el padre era tan bueno, ¿por qué el hijo decidió irse de la casa?

Salió porque tenía libertad para irse. Dios nos creó libres y, aunque nuestras elecciones puedan lastimar su corazón, él continúa respetando nuestro libre albedrío.

Se fue porque se cansó de la rutina del hogar. El hijo estaba aburrido del mundo tranquilo del campo. Veía con desprecio la vida monótona de agricultor y consideraba que su vida era una cárcel. Para él, nada allí tenía sentido.

Se fue porque quería conocer lo desconocido. Tal vez se fue a alguna gran ciudad de la época en busca de diversión y libertad. Por desear lo desconocido, destruyó lo conocido: su familia.

La segunda pregunta es: Si el hijo deseaba tanto irse, ¿por qué después decidió volver?

Volvió porque tenía libertad para hacerla. En el plan de redención, Dios siempre busca salvar al ser humano. Nadie fue tan lejos como para no poder volver, ni es tan pecador como para que Dios no lo pueda aceptar nuevamente.

Volvió porque comenzó a extrañar. Ese sentimiento es un instrumento del Espíritu Santo que nos hace recordar la felicidad que tenemos al lado de Dios. El hijo recordó los días felices de su infancia y adolescencia.

Volvió porque necesitaba ser perdonado. El hijo sabía que había lastimado profundamente a su padre. Necesitaba arreglar las cuentas.

Y ¿qué sucede contigo? Debes estar seguro de que “Cristo jamás abandonará al alma por quien él murió. El alma puede dejarlo a él y ser vencida por la tentación; pero Cristo jamás se apartará de alguien por quien pagó el rescate, que fue su propia vida” (El discurso maestro de Jesucristo, p.110). Cualquier persona puede tener un nuevo comienzo, una nueva oportunidad. Lo importante es correr a los brazos del Padre.

Radio Adventista

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