Domingo 7 de Abril – DIVINIDAD – Devocion Matutina para Jóvenes

DIVINIDAD

No hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Juan 2:16.

En el templo de Jerusalén todo era bullicio. Se acercaba la fiesta de Pascua y los peregrinos habían llegado. En el atrio de los gentiles estaba un gran mercado. Los hombres tenían su lugar para adorar en el templo, las mujeres el suyo, y a los gentiles se les había reservado un atrio. Si lo cruzaban hacia el interior, eran ejecutados. Muchos gentiles venían a las fiestas judías, algunos a adorar y otros a hacer turismo religioso. Se cree que el año 70 d.C., cuando cayó Jerusalén en manos de los romanos, miles de gentiles murieron en la masacre del pueblo judío porque era el tiempo de la Pascua y estaban ahí de visita.

Ese día Jesús llegó a su templo y lo vio profanado. Los sacerdotes tenían un negocio de las víctimas. Sus locatarios vendían becerros, corderos, cabras, bueyes y palomas para el sacrificio. Como se tenía que pagar con la moneda del templo, habían instalado casas de cambio de moneda. Muchos de los animales que los adoradores compraban y entregaban a los sacerdotes para que ellos realizaran el sacrificio no eran sacrificados de inmediato. Eran devueltos al atrio de los gentiles para ser vendidos de nuevo.

Jesús vio a los cambistas haciendo su negocio, a los adoradores regateando con los vendedores de animales, oyó los balidos y los gritos, y se enojó. Un resplandor iluminó su rostro y la divinidad se asomó a sus ojos. “Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado” (Juan 2:15, 16). Presa de pánico, los sacrílegos huyeron.

En un salmo mesiánico el poeta había profetizado ese momento, y lo expresó en las palabras: “Me consumió el celo de tu casa” (Sal. 69:9). Mediante su espíritu, también hoy Jesús está presente en su casa de oración. Aunque no sea un templo con su Lugar Santo y Santísimo, pues tal sistema ya caducó, el lugar donde nos reunimos para adorar a Dios merece respeto. Si somos conscientes de la presencia de Dios, por modesto que sea ese lugar, será para nosotros “casa de Dios, y puerta del cielo” (Gén. 28:17).

Radio Adventista

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