Pondré en ellos el deseo de conocerme, y de reconocer que yo soy el Señor. Y si en verdad se vuelven a mí de todo corazón, entonces ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios (Jeremías 24:7).
EL PASTOR QUE DEJABA EL DISTRITO para realizar otras funciones me habia hablado sobre cada una de las iglesias que habia pastoreado. Sobre una de ellas me resultó: «Esta iglesia no es fácil de pastorear, está profundamente dividida desde hace años. Hay dos grupos bien marcados que no se toleran, aunque participan de todos los cultos cada sábado».
Al hacerme cargo de la iglesia descubrí con dolor la veracidad de las palabras de mi colega. Por muchos años varios de sus líderes habían peleado entre ellos, aunque habían obtenido juntos de semanas de oración y santa cenas, siguieron conservando los antiguos rencores que los habían enemistado. Muchos de sus cultos, especialmente cuando el pastor no estaba presente, eran verdaderos campos de combate donde las palabras se usaban como disparos para provocar, herir y silenciar a los rivales.
Muchas de mis predicaciones fueron dirigidas para que rindieran sus corazones a Cristo y le permitieran al Espíritu Santo borrar todas las diferencias que los dividían, pero noté que solo mostraron algún cambio pasajero, ya que después volvían a resurgir los antiguos pleitos.
Al visitarlos en sus hogares percibí que algunos reconocían sus culpas y yerros, pero de alguna manera acariciaban la idea de que Dios comprendía su situación y que, al venir Jesús, ocurriría un milagro en sus vidas y serían transformados.
Con razón Elena G. White nos detectaron: «Muchos se están engañando al creer que el personaje será transformado cuando venga Cristo; pero cuando él apareció no se desconcertaron los corazones. Tendremos que habernos arrepentido de nuestros defectos de carácter y tendremos que haberlos vencido por la gracia de Cristo durante el tiempo de gracia. Aquí es donde debemos prepararnos para formar parte de la familia celestial» ( El hogar cristiano , p. 288).
¿Cuál es la solución para este tipo de problemas en el carácter? Aceptar el corazón que Dios desea obsequiarnos.
Jeremías animó a los israelitas con la gran promesa: «Pondré en ellos el deseo de conocerme, y de reconocer que yo soy el Señor», ¡Esa es la solución para los problemas del carácter! Al recibir el corazón del Señor, toda la vida es transformada a semejanza divina y solo así es posible vivir un cristianismo consecuente con la fe. Anímate en este día a recibir el corazón que el Padre celestial desea obsequiarte.