IDENTIDAD
Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Génesis 2:23.
“Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar, ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”
Este cuento ilustra bien los problemas de identidad, un tema doloroso, difícil de escribir sobre ello, y difícil de leer.
Hoy, este problema es frecuente: hombres que no saben si son hombres, pero ante el espejo se ven varoniles. “Mi cuerpo es de hombre, pero me siento mujer”, dicen ellos. Hay mujeres que padecen una confusión semejante.
Los problemas de identidad sexual solo pueden ser solucionados por aquel que nos creó: Dios. Cuando Dios creó a la humanidad, la creó hombre y mujer: cuerpos bien diferenciados, mentes en armonía con el cuerpo, cuerpos y mentes que se complementan. Tan gloriosa es la relación hombre mujer que produce vida; tan deseable que produce placer; tan significativa que contribuye a la realización del ser humano en el estado del matrimonio.
De todos los daños que el pecado ha infligido a la humanidad, tal vez la crisis de identidad sexual sea el mayor. Esta crisis de identidad sexual nos degrada, nos humilla, nos induce a pensar en lo que no somos como si lo fuéramos. Lo normal parece anormal y lo anormal parece normal.
Las marchas de las feministas me gustan; me agrada que las mujeres defiendan sus derechos. Las marchas del orgullo gay y sus comparsas en los carnavales me infunden una insondable tristeza, porque ellos forman parte de nosotros, ya que todos somos la humanidad. No debemos juzgarlos, porque solo hay un Juez. Aquel a quien todo el juicio le ha dado el Padre, no dijo una palabra en contra de estas personas. Esto no es aprobación de la conducta; es amor hacia la persona.
Sé tú como Jesús: comparte el amor de Dios con quienes sufren crisis de identidad. “Sufren” es la palabra clave. Ellos sufren. Sé tú el que mitiga el sufrimiento.