Domingo 3 de Noviembre – VIDA – Devocion Matutina para Jóvenes

VIDA

Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:39.

Tendría yo unos cinco años cuando vi por primera vez a un muerto. Acompañé mi madre a la casa de mi tía Clara porque habían matado a mi tío Antonio, su esposo. En realidad, mi tío había peleado y el otro lo mató. Tal vez el otro murió después, porque se fue al monte con las tripas en la mano.

Al año siguiente, andaba yo recogiendo frutillas silvestres en el patio de la escuela cuando escuché disparos. Corrí a la velocidad del miedo, y cuando el matador se fue y la gente llegó, vi a mi segundo muerto. Lo habían matado porque no pudo tomarse una cerveza haciendo la cruz, como le exigía el asesino.

Un año después vi al tercer muerto. Estábamos en la casa de mi tía Clara, preparando el programa de Navidad, y de pronto vi fuego que salía del cañón de una pistola. A mi tío Segundo Borja le habían vaciado el cargador del revólver en el pecho. Hacía poco tiempo que había ido con mi madre al velorio del compadre Crescenciano, a quien mataron unos asaltantes.

Conforme iban creciendo, mi padre iba sacando a sus hijos de ese pueblo hacia la ciudad, donde había más posibilidades de recibir educación profesional y de sobrevivir a la violencia. A los diez años de edad me envió a mí también, y desde allá me enteré que habían matado a Don Enrique Bernal, nuestro panadero. Al fin, mis padres y mis hermanos menores dejaron ese pueblo de cincuenta casas donde era más fácil morir que vivir.

Desde entonces aborrezco la muerte y detesto las marchas militares, las películas de violencia y los pleitos callejeros o deportivos. Creo en la paz. La defiendo. La promuevo. Sueño con un mundo sin violencia.

No vayas a cometer el error de unirte a una pandilla o a las fuerzas armadas. Dios nunca te llamará a pelear. No te llamará a matar o ser matado. No te llamará a derramar sangre sino a vendar heridas. No te llamará a mandar gente a la tumba sino a la iglesia.

El que desarmó a San Pedro en el Getsemaní no va a poner un fusil en tus manos. Los problemas del mundo se solucionan con sangre, es verdad, pero esa sangre ya fue derramada: la sangre de Jesús.

Radio Adventista

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