Domingo 3 de Mayo – LOUGEHRIG – Devocion Matutina para Jóvenes

LOUGEHRIG

No cometas asesinato. Éxodo 20:13.

El color del cielo matutino cambiaba de verde a dorado la mañana que Lou Gehrig corría por la avenida Amsterdam, en el lado este de la ciudad de Nueva York. Se detuvo frente a un lote baldío, lugar donde los muchachos del barrio solían jugar partidos de béisbol. No había nadie a esa hora de la mañana. Lou, que entonces tenía siete años de edad, sacó del bolsillo su ballestera nueva y recogió un puñado de piedrecitas y empezó a disparar a una de las bases del cuadro. Cada tiro daba en el blanco.

Eso era demasiado fácil. Lou buscó un blanco más difícil, y vio un gorrión que saltaba en el cerco. “¿Le podré dar al pajarillo?”, se preguntaba.

Lou acercó la cerbatana de lata a los labios y puso la piedrecita en su lugar. Apuntó el cilindro metálico cuidadosamente en dirección al pajarillo y sopló con todas sus fuerzas. El gorrión se movió de lugar precisamente cuando la piedrecita pegaba a la madera. Intentó una vez más, y el pajarillo voló a un arbusto a unos metros de distancia.

Determinado a pegarle al blanco en movimiento, Lou se acercó poco a poco, arrastrándose como un gusano. Puso la piedrecita más redonda y dio un fuerte soplido. La piedra surcó los aires en dirección al pajarillo, lo golpeó en la cabeza y el animalito cayó al suelo.

-¡Lo logré! -gritó Lou entusiasmado, mientras corría hacia el pajarillo caído.

El cuerpo del animalito yacía inerte en su mano. ¿Lo habría matado? Sacudió un poco al pajarillo y le hablaba tiernamente. Pero este no se movía. Entonces, con terror, se dio cuenta de que estaba muerto.

Se le hizo un nudo en la garganta, y hacía esfuerzos por evitar las lágrimas. Solo estaba jugando. No fue su intención hacerle daño al pajarillo. Suavemente colocó al gorrión en el suelo. Tomó su ballestera con las dos manos y la rompió sobre su rodilla. Arrojó los dos pedazos lo más lejos que pudo.

Tomando el cuerpecito inerte del gorrión, fue hasta el cerco y cavó una pequeña tumba donde lo colocó. Aquel pajarillo que había nacido para cantar, nunca más emitiría su dulce canto. Sollozando, corrió por el camino rumbo a su casa, y se dejó caer sobre la cama con la cara en la almohada. -¿Qué te pasa? -le preguntó su mamá.

-Oh, mamá, maté a un pajarito muy bonito. No fue mi intención hacerlo. Nunca más lo haré.

-Has aprendido una lección muy valiosa hoy-lo consoló su mamá.

Lou llegó a ser un beisbolista profesional, conocido principalmente por el récord de 2.130 juegos consecutivos jugados que se mantuvo por 56 años, pero nunca olvidó esa lección.

Radio Adventista

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