Domingo 3 de junio – EL VENGADOR – Matutina para damas

EL VENGADOR

“Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos” (Sal. 103: 13).

Unos 18 meses después de que Ahika murió, decidimos tener otro perro. Desde la primera vez que vi a Vengador (el nombre que un niñito puso a nuestro cachorro en la veterinaria), noté que era muy juguetón. Trajeron al pequeño cachorro a mi oficina en una caja de cartón. Todo el día, mientras esperaba que lo llevaran a su nuevo hogar, se mantuvo ocupado entrando y saliendo de la caja.

Desde su llegada, Vengador nos ha mantenido ocupados a nosotros. Pensamos que necesitaba un compañero de juegos, así que compramos otro cachorrito. Pero, como si estuviera celoso del cachorro más joven, Vengador lo mordía mientras jugaban, y comenzó a lastimarle la cabeza y la cara.

Vengador es culpable de muchas pequeñas travesuras. Los pequeños recipientes en los que le damos su comida suelen estar todos mordidos. Tengo que cambiarme la ropa a cada rato, porque me salta encima cada vez que entro en casa. Destrozó el felpudo y el cobertor de tela del lavarropas. Mordisqueó las ojotas para el jardín. Destruyó plantas. Recientemente, ha estado descolgando cada prenda que está secándose en el tendedero a su alcance; las lleva para hacerse su cama. En una ocasión, tuve que lavar tres días seguidos las mismas prendas. Decidimos castigarlo cada vez que sacaba prendas del tendedero, con la esperanza de refrenar este mal hábito, pero no dio resultados. Cada vez que cuelgo ropa en el tendedero, tengo que volver a lavarla. Ahora, cuando me ve caminar hacia él, se acurruca en un rincón, anticipando un reto.

El pequeño Vengador me recuerda mis errores reiterados y la paciencia que Jesús tiene conmigo. Me reprende a través de su Palabra, pero yo persisto en mis acciones. A semejanza de mi perrito, cometo vez tras vez los mismos pecados. Sin embargo, Jesús me tiene paciencia y me perdona cuando se lo pido. Pero, un poco después, nuevamente, vuelvo a mi actitud pecaminosa. “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí” (Rom. 7: 15-17).

Estoy tan agradecida porque, en lugar de recibir un golpe cada vez que me equivoco, Jesús me ama incondicionalmente.

RUBY H. ENNISS-ALLEYNE

Radio Adventista

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