Domingo 27 de mayo – ¿CREERÍAS? – Devocion Matutina Damas

¿CREERÍAS?

“Pero yo clamaré a Dios, y el Señor me salvará. Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha. Aunque son muchos los que me combaten, él me rescata, me salva la vida en la batalla que se libra contra mí” (Sal 55: 16-18). 

Luego de semanas de búsqueda, finalmente encontré el congelador vertical del tamaño adecuado para el espacio de mi cocina. El sábado de noche decidí prepararlo, para comenzar a usarlo. Esto consistía en quitar algunos tornillos y descartar la base de madera que había sido usada para su transporte. Para hacer esto, debía colocar el congelador de costado, algo definitivamente abrumador para hacerlo sola, considerando el peso del electrodoméstico.

Luego de estudiar la situación, y teniendo mucho cuidado de no lastimarme la espalda, pude deslizar el congelador hasta que la parte superior estuvo apoyada sobre dos sillas. De esa manera tenía un acceso fácil a la base, de la cual tenía que quitar los tornillos y dos placas de madera. Tengo que confesar que no soy hábil con las herramientas y, cuando no pude quitar los tornillos con un destornillador, me preocupé. No tenía idea de qué hacer, así que me senté en el piso, vencida, observando por un rato el congelador.

Entonces, se me ocurrió decir al Señor que este era un gran problema para mí, y pedirle ayuda; después de todo, él conoce mis limitaciones. Miré el estante de herramientas en uno de los armarios de la cocina y comencé a examinar cada herramienta. Hete aquí, vi un par de tenazas, y me di cuenta de que podía usarlas para apretar los tornillos y desenroscarlos. Puse manos a la obra, y fui muy locuaz en mi agradecimiento al Señor cuando los dos tornillos, y la placa de madera correspondiente, se desprendieron de la base del congelador.

Ahora tenía que sacar la otra placa de madera. Nuevamente, mis fervientes esfuerzos por quitar los tornillos no dieron resultado. No tenía otra opción: debía poner el congelador hacia el otro lado, para poder llegar con comodidad a los tornillos. Sin embargo, esto requería poner el congelador en posición vertical y, luego, deslizarlo en la dirección contraria. Todo el rato mantuve una conversación continua con el Señor en mi mente, que sonaba algo así: “Señor, tú sabes que no soy muy fuerte, ni joven, y que estoy sola en esta casa. Mi único recurso es tu fuerza”. Me puse a trabajar, y logré todo sin grandes dificultades.

Al meditar sobre esta experiencia, me maravilla cuánto Dios se preocupa por nosotros. Él está interesado en los aspectos más insignificantes de nuestra vida, y nos provee ánimo, conocimiento, entendimiento, y lo que sea necesario para que logremos tareas grandes y pequeñas.

MARION V. CLARKE MARTIN

Radio Adventista

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