LO QUE JESÚS ESPERA DE NOSOTROS (2ª. Parte)
«Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: “Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!”» (Marcos 10: 24).
CUANDO JESÚS dijo que era más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, a que entrara un rico en el reino, establecía un contraste entre lo enorme y lo pequeño, para denotar la imposibilidad humana de heredar el reino de Dios si únicamente se ama a las riquezas. «Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lucas 12: 34).
Jesús estableció otro contraste: «¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!» (Mateo 23: 24), cuando acusó a los escribas y fariseos de dejar lo más importante para atender lo insignificante. El camello al que se refirió Jesús fue el camello de dos jorobas, o bactriano. Así pues, los discípulos asombrados, le preguntaron: «¿Quién, pues, podrá ser salvo?» (Marcos 10: 26). Jesús les contestó: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios» (versículo 27). No es posible que un rico se salve por sus riquezas, sino por los méritos de Cristo.
William Barclay dice que las riquezas fomentan tres actitudes. Primera, generan independencia. Para ilustrarla, mencionaré el ejemplo de Laodicea, que afirmaba no necesitar nada ni nadie (Apocalipsis 3: 17). Laodicea era la ciudad más rica de Asia Menor. Segunda, las riquezas encadenan al hombre a este mundo. El corazón del hombre está donde su tesoro está. Cuando el hombre está demasiado comprometido con las cosas terrenales, no piensa en el cielo. Tercera, las riquezas tienden a hacer al hombre egoísta. La vida se convierte en una lucha afanosa y cansadora por retener lo que se posee. Cuando se poseen muchas cosas, se tiende a aferrarse a ellas y se pierde la dadivosidad.
Sin embargo, hay ejemplos bíblicos de hombres ricos que aceptaron a
Jesús, como Zaqueo (Lucas 19: 9), José de Arimatea (Mateo 27: 57) y Nicodemo (Juan 19: 39). La imposibilidad de abandonar las posesiones materiales fue satisfecha por el poder de Dios en respuesta a sus sinceros corazones. Todos nosotros podemos estar distraídos por las cosas de este mundo y perder el cielo. Jesús espera que en este día decidamos poner nuestra confianza en él para ser salvos.