UNA VERDAD MODIFICADA GENÉTICAMENTE
“Examinadlo todo y retened lo bueno” (1 Tes. 5:21).
Comencé mi trote de cada mañana en el lugar de siempre. Como medio kilómetro más adelante, vi una hermosa huerta de repollos. ¡Las cabezas de repollo más grandes que hubiera visto! Y recordé que, el día anterior, un vendedor del mercado había tratado de venderme una variante de la col china. El vendedor dijo que la variante había sido cultivada orgánicamente en una huerta, en la escuela en la que vivo. Pero yo no lo creí, por las preocupaciones que tengo sobre el uso de semillas modificadas genéticamente en el cultivo de productos agrícolas. Me preguntaba qué parte de la planta el vendedor consideraba que era orgánica. ¿Simplemente creía que era orgánica porque había sido cultivada por alguien a quien yo podría llegar a conocer en la escuela? ¿Realmente sabía que no se había usado ningún fertilizante químico “milagroso”, para obtener productos agrícolas frescos antes de la época de crecimiento natural?
Me encantan las frutas, pero nunca estoy segura de si las que compro son orgánicas, verdaderamente orgánicas. Siento que me arriesgo cuando compro productos agrícolas frescos, porque no tengo certeza de si han sido modificados genéticamente o no. De hecho, nunca puedes estar segura, a menos que conozcas el origen de las semillas.
Mi dilema con los productos agrícolas, llevado al ámbito espiritual, me hace preguntarme si, a veces, los cristianos no “ingerimos” alguna verdad modificada “genéticamente”. ¿Dedicamos el tiempo necesario para examinar la fuente de las doctrinas que oímos, para verificar si han brotado del terreno fértil de los equilibrados principios bíblicos? A veces, los vendedores de productos agrícolas se aprovechan de la inocencia de los compradores, al asegurarles que sus productos son “orgánicos”, cuando no lo son. Desafortunadamente, algunos portadores de “verdad” hacen lo mismo. De hecho, el apóstol Pablo advirtió a Timoteo que “llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrinas, sino qué, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías qué quieren oír” (2 Tim. 4:3, NVI).
A menudo podemos reconocer la fruta no modificada genéticamente cortándola al medio, para comprobar si todavía tienen semillas para su reproducción. De la misma manera, podemos reconocer la verdad “no modificada genéticamente” cuando encontramos las semillas (los principios) de la Palabra de Dios basando firmemente cualquier doctrina. ¡Una buena regla general sería examinar bien antes de “consumir”!
Nadine A. Joseph