DIPLOMACIA
Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene. Proverbios 25:11.
El texto de hoy resalta el valor de la buena palabra.
Abigail le dijo a David palabras amables y este desistió de atacar a Nabal, el marido de ella. Cuando David le pidió ayuda, Nabal se enojó mucho y lo llamó “siervo fugitivo”. Con eso atrajo la muerte sobre sí mismo y sobre sus jornaleros. Pero Abigail llamó a David “señor mío” y príncipe”, y detuvo el ataque (1 Sam. 25:24-34).
Una niña hebrea, sierva en casa de Naamán, había escuchado muchas palabras ofensivas contra su pueblo y contra su Dios, muchas órdenes carentes de tacto y amabilidad de parte de la esposa del capitán y aun de él, pero ella dijo al verlo enfermo de lepra: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (2 Rey. 5:3).
Natanael dijo acerca de Jesús de Nazaret: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Juan 1:46). No sabía que Jesús lo estaba oyendo. En cambio, Jesús dijo de Natanael: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (vers. 47). Si Jesús se hubiera defendido, tal vez habría fortalecido el prejuicio o se habría echado encima un enemigo; al elogiarlo, ganó un discípulo.
Hay palabras que cambian un destino: Dios le dijo a Gedeón: “Varón esforzado” (Jue. 6:12), y en vez de ser uno que se escondía del enemigo, fue uno que lo aplastó.
Hay algunas palabras que abren puertas que, de otra manera, permanecerían cerradas. Tales palabras son: “Buenos días”, Buenas noches”, “Gracias”, “Por favor”, “Lo siento”, “Con permiso”. No se requiere asistir a la universidad para aprenderlas. Se aprenden en el regazo de mamá, o en el kínder. Hay otras palabras más difíciles de decir. Para ello se requiere humildad: “Fue mi culpa”, “Perdóneme”.
Comienza el día pronunciando las palabras que abren el cielo: “Padre, te amo. Gracias por Jesús y por tu Santo Espíritu”.