VIVA GRACIAS A LA PALABRA – PARTE 1
“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4).
Vacía. Así veía Kelly su vida. Con 18 años, se sentía muerta por dentro. Mi esposo y yo conocimos a Connie, la madre de Kelly, que luchaba con una hija que le acarreaba dolor, y nos convertimos en su apoyo. Cuando estaba en quinto grado, Kelly fue violada por un clérigo y su padre la culpó a ella. Fruto de un hogar roto, vivió de un lado para otro con su padre, que la ignoraba, y su madre, a quien exasperaba. Hambrienta de atención y necesitando dinero para contribuir a su manutención, Kelly empezó a trabajar como gogó. En un club, conoció al hombre con el cual contrajo matrimonio, que la maltrataría tanto que le desprendió la retina de un ojo.
Sus llamadas a casa eran de crisis, pues intentaba escapar del abuso. Después de obtener el divorcio, Kelly se mudó con su madre y comenzó a consumir alcohol. “No quería sentir”, dijo después. La madre de Kelly, que apenas hacía frente a la situación, nos llamaba con frecuencia, expresando amor por su hija, e ira por la falta de respeto que le mostraba. Connie tenía que cargar con su propia cruz.
En una ocasión, mientras participaba en una maratón, esta joven atractiva y atlética fue víctima del error de un adolescente al volante. La vida se convirtió en una pesadilla de múltiples intervenciones quirúrgicas… y dolor. Finalmente, Connie dio a Kelly un ultimátum: “Acaba con esto o vete”. Fue entonces cuando Kelly, ahora de cuarenta y tantos años, que lucha contra su diagnóstico de bipolaridad, la pérdida de empleo y relaciones rotas, perdió toda esperanza. “Una noche -recuerda- me arrodillé y supliqué a Dios que hiciera lo que nadie más podía hacer. Lloré toda la noche, colocando el peso de mi vida, el dolor y la falta de sentido a los pies de Jesús. Exhausta, entregué mis cargas a Dios. Entonces, el Señor comenzó a llenarme. Las ganas de fumar y de tomar se esfumaron. Comencé una nueva vida aquella noche. Me enterré en las Escrituras, orando incluso por aquellos que me habían hecho daño. Dejé que el dolor se fuera. Dios me estaba preparando para mi viaje”. ¿Cómo te está preparando Dios a ti?
Cynthia J. Prime