Domingo 22 de abril “La madreselva” Meditacion para damas

La madreselva

“El perfume y el incienso alegran el corazón” (Prov. 27: 9).

Cuando era niña y veía una madreselva florecida, no podía resistir tomar una flor, quitarle la parte de abajo y beber la gota de néctar dulce que había allí.

La madreselva es un arbusto o enredadera de la familia Lonicera, que tiene flores tubulares blancas o amarillas, con un dulce perfume. Mi diccionario dice que el nombre proviene del inglés antiguo hunístice: hunig: miel, y sican: chupar.

Ahora, muchos años después, estoy casada y vivo en mi propio hogar. Luego de años de vivir en otras provincias, tengo el privilegio de tener un seto de madreselva. No necesita mucha atención o mantenimiento; parece que prospera por sí mismo.

Al entrar en nuestra propiedad y avanzar por el camino hasta la puerta, quizá no notes el seto de madreselva detrás del olivo, pero con seguridad olerás la deliciosa fragancia de esas florecitas esparciéndose por el aire.

Una enredadera puede contener cientos de diminutas flores. Cada flor se asemeja a una mano abierta: cuatro pétalos juntos como cuatro dedos, y un pétalo en dirección opuesta, como un pulgar. Esta forme recuerda el dar, con la dulce influencia del amor.

El pequeño y perfumado capullo me recuerda a María, la María que sacrificó todos sus años de ahorros para comprar un perfume muy costoso para ungir los pies de Jesús. ¡Qué regalo de amor! El amor no es amor hasta que lo compartes. María amó mucho a Jesús, porque él la había salvado de las garras de una vida pecaminosa. Cuando oyó que Jesús estaría en esa casa para cenar, entró silenciosamente; ella no quería que la viera. Pero al abrir la caja de alabastro, la fragancia llenó el lugar. Ya no podía esconderse; todos los ojos estaban fijos en ella y comenzaron las preguntas (Mar. 14: 3-9; Luc. 7: 37,38; Juan 12: 3).

Así como el dulce aroma de la pequeña flor de la madreselva, María no podía esconder la fragancia del amor, que se derramaba y perfumaba el aire. ¡Cuánto amaba permanecer en la presencia de Jesús! Su amor por él era profundo. Ningún sacrificio por él era demasiado grande.

¿Le darás tu vida a Jesús hoy? Renueva tu amor por él. Será una dulce fragancia. ¡Él te ama mucho!

PRISCILA E. ADONIS

Radio Adventista

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