COSAS PEQUEÑAS
“El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad” (Sal. 145:18, NVI).
Durante muchos largos viajes de Colorado a Arizona para visitar a mi madre anciana, pasé por zonas montañosas. Por todas partes veía carteles que decían: “Cuidado con los alces”. Yo observaba con entusiasmo buscando ver un alce, pero nunca veía ninguno. Me encanta la naturaleza, y a menudo oraba silenciosamente: “Señor, me encantaría ver a una de esas elegantes criaturas”. Entonces me sentía culpable por pedírselo, porque Dios tiene oraciones mucho más importantes que responder y problemas mucho más grandes que resolver. Durante uno de los viajes, me volví persistente ante Dios, repitiéndole mi pedido. Un poco más adelante, un alce macho con una cornamenta completa subía su cornamenta al lado de la carretera. Se quedó allí, majestuoso, con su piel brillando bajo el sol, como si estuviera posando para mí; para luego dar la vuelta y desaparecer. Mi corazón se llenó de gratitud a mi Dios, que me ama tanto que quiere hacerme feliz… aun con las cosas pequeñas de la vida.
En otra ocasión, cuando visitaba a mi hermana en Florida, fuimos a recoger conchas marinas. Hablando con Dios, le dije: “Señor, me gustaría tanto encontrar una de esas pequeñas conchas que se asemejan a una escalera de caracol. ¿Podrías ayudarme a encontrar una, por favor?” Nuevamente me sentí culpable por presentarle un pedido tan insignificante a un Dios tan ocupado, así que, rápidamente agregué: “Que se haga tu voluntad”, y seguí buscando conchas marinas. Ya había olvidado mi tímido pedido de oración, cuando vi la punta de una concha blanca enterrada entre desperdicios en la arena. Teniendo cuidado de no romperla, removí los desechos que la ocultaban y descubrí la concha marina con forma de espiral más exquisita que hubiera visto alguna vez. Mi voz exclamó la alabanza de mi corazón: “¡Gracias, Dios!”
Por supuesto, muchas veces no experimentamos respuestas inmediatas a nuestras oraciones. Pero Dios nos conoce individual e íntimamente. El sabe lo que necesitamos y cuándo lo necesitamos. Él sabe lo que deseamos. Él es bueno, sabio y poderoso. Una canción nos aconseja que aun cuando no podamos ver la mano de Dios que trabaja, podemos confiar pacientemente en su corazón. Podemos estar seguras dejando las cosas grandes y las pequeñas en las manos de quien más nos ama: nuestro Padre celestial.
Eileen Snell