Domingo 19 de Marzo del 2017 – ARREPENTIMIENTO ES… – Matutina para adultos

ARREPENTIMIENTO ES…

«La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación». 2 Corintios 7: 10

CÓMO NOS JUSTIFICAREMOS ante Dios? ¿Cómo se hará justo el pecador? Únicamente por medio de Cristo podemos estar en armonía con Dios y con la santidad. Entonces ¿cómo hemos de ir a Cristo? Muchos formulan hoy la misma pregunta que hizo la multitud el día de Pentecostés, cuando, convencida de pecado, exclamó: «¿Qué debemos hacer?». La primera palabra de la respuesta del apóstol Pedro fue: «Arrepiéntanse» (Hech. 2: 37-38, NVI). Poco después, en otra ocasión, dijo: «Para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios» (Hech. 3: 19, NVI).

El arrepentimiento incluye tristeza por el pecado, y además, abandonarlo. No renunciaremos al pecado a menos que nos demos cuenta de su malignidad; y mientras no lo repudiemos de corazón no habrá cambio real en nuestra vida.

Muchos no entienden la verdadera naturaleza del arrepentimiento; y se entristecen por haber pecado, e incluso cambian su conducta exteriormente, porque temen que sus malos hábitos les provoquen sufrimiento. Pero esto no es arrepentimiento en el sentido bíblico. Temen más el sufrimiento que el pecado en sí. Eso fue lo que sintió Esaú cuando vio que había perdido su primogenitura para siempre. Balaam, aterrorizado por el ángel que estaba en su camino con la espada desenvainada, reconoció su culpa porque temía perder la vida, pero no experimentó un sincero arrepentimiento del pecado; no cambió de conducta ni aborreció el mal. Judas Iscariote, después de haber traicionado a su Señor, se lamentó: «He pecado […] porque he entregado sangre inocente» (Mat. 27: 4, NVI).

La confesión de Judas fue arrancada a su alma atormentada por un tremendo sentimiento de condenación y «una terrible expectativa de juicio» (Heb. 10: 27, NVI). Las consecuencias que tendría que afrontar lo llenaban de terror, pero no experimentó un arrepentimiento verdadero ni dolor en su alma por haber traicionado al Hijo inmaculado de Dios y negado al Santo de Israel. Cuando el faraón de Egipto sufría bajo los juicios de Dios, reconocía su pecado a fin de escapar al castigo, pero volvía a desafiar al cielo tan pronto como cesaban las plagas [ver Éxodo 7-11]. Todos los mencionados lamentaban los resultados del pecado, pero no experimentaron pesar por el pecado mismo.— El camino a Cristo, cap. 3, pp. 35-37.

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