El Dios de lo imposible
«Para Dios no hay nada imposible». Lucas 1: 37
MI PIEL TENÍA CADA VEZ MÁS ABSCESOS. Estuve en tratamiento durante casi un mes y no experimenté mejora alguna. Mi caso de lupus se tornó muy delicado. Llamé a una hermana de la iglesia, que es doctora, para que me asesorara en el caso. Ella me indicó varios estudios médicos y los resultados confirmaron lo que tanto temía, así que fui hospitalizada. Poco a poco todo mi cuerpo empezó a deteriorarse, la fiebre no cedía y los médicos decidieron ingresarme en la unidad de cuidados intensivos.
Aunque no conocía mucho de medicina sentía que algo no andaba bien, así que oré pidiéndole a Dios que mi fiebre cediera. Mientras oraba cantaba el himno «Habla, Señor a mi alma». Mientras cantaba sentí cómo la fiebre bajaba desde la frente, pasaba por el pecho y salía por los pies. Entró una enfermera a la habitación para atenderme y empezó a cantar conmigo, aunque no conocía el himno. Desde ese momento no tuve más fiebre.
Mientras permanecí en la unidad de cuidados intensivos sentía que todo era agotador y confuso, perdí la noción del tiempo. Un día la doctora que estaba dándome seguimiento, me dijo que me daría de alta pero que no sabía qué escribir en el informe porque la única explicación era: «Dada de alta por un milagro de Dios». Luego mi familia entró a la habitación para contarme que estuve allí catorce días, que los médicos me habían desahuciado diciendo que solo tenía un dos porciento de probabilidades de sobrevivir, incluso habían sugerido la eutanasia pues sufrí varias complicaciones: descensos abruptos de plaquetas y hemoglobina, tenía líquido en los pulmones, pancreatitis, deficiencia renal y muchos problemas más.
¿Qué marcó la diferencia en mi caso? Que todo el tiempo que estuve allí los hermanos de la iglesia oraron sin cesar, pidiendo un milagro. Constantemente visitaban la clínica oraban por mí y predicaban. Mi caso fue conocido por todas las personas que fueron a ese lugar. Los doctores no podían explicar lo ocurrido. Dios hizo el milagro y mi cuerpo se recuperó completamente y su nombre fue glorificado.
Sé que de haber sido la voluntad de Dios hubiese descansado, pero como sobreviví y me recuperé milagrosamente, comprendí que él tiene un propósito para mí.
Si hoy estás vivo es porque Dios tiene un propósito contigo. ¿Estás dispuesto a vivirlo hoy?
Jessika Salazar
Venezuela