Domingo 16 de Septiembre – PEDIR LO NECESARIO – Devocional para Adultos

PEDIR LO NECESARIO

«Se le apareció Dios a Salomón y le dijo: “Pídeme lo que quieras que yo te dé“» (2 Crónicas 1: 7).

SALOMÓN tenía muchos problemas sociales en su reino y necesitaba la ayuda de Dios, pero cuando él le dijo que podía pedirle lo que quisiera, respondió: «Tú has tenido con David, mi padre, gran misericordia, y a mí me has puesto por rey en lugar suyo» (2 Crónicas 1: 8). Con estas palabras, Salomón reconoció que la misericordia de Dios está sobre todas las cosas y que como era gracias a esa misericordia que se había convertido en el rey de Israel, únicamente pidió lo indispensable: sabiduría y ciencia para dirigir. Al comienzo de su reinado, antes de sentarse en el trono, Salomón buscó el reino de Dios y su justicia.

Al contrario de Salomón, Jacobo y Juan le pidieron a Jesús algo innecesario. «“Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte”. Él les preguntó: “¿Qué queréis que os haga?”. Respondieron: “Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”» (Marcos 10: 35-37). Ellos pidieron gloria en lugar de misericordia. Sus necesidades primordiales eran amor, compresión y unidad, no gloria y poder. Pedir lo que no conviene produce escasez y fracaso pues lo que necesitamos es humildad, consagración, fidelidad, relación diaria con Dios. Necesitamos decir a Jesús, como le dijeron los caminantes a Emaús: «Quédate con nosotros, porque se hace tarde y el día ya ha declinado» (Lucas 24: 29).

Si pedimos a Dios lo que realmente necesitamos, él lo concederá porque conoce nuestras necesidades y sabe a quién ayudar. Nunca faltará el favor de Dios a quienes sinceramente lo desean y lo piden con fe. Los que ponen su corazón en las cosas de este mundo pierden lo eterno; pero aquellos que ponen la mira en las cosas de arriba no solo obtendrán bendiciones terrenales, sino también celestiales. Pablo afirma: «La piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera» (1 Timoteo 4: 8).

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