ORACIÓN
Orad sin cesar. 1 Tesalonicenses 5:17.
Orar es conversar con Dios. Abundan los jóvenes que no quieren orar porque les parece anticuado, ridículo, innecesario; pero si tienes sentido y percepción de lo divino, debes orar, porque en la oración tu espíritu toca la eternidad.
Algunos oran para pedir, como el niño que pide todo a sus padres pero no da nada a cambio, ni amor ni obediencia. Hay que orar para convivir con Dios, para conversar con el Padre como lo hacemos con un amigo, pues “orar es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo” —CC 92.
Un día le pregunté a mi pequeño hijo por qué me amaba, y él contestó: “Porque eres mi papá”. No me gustó su respuesta; yo esperaba que dijera que me amaba porque jugaba con él o porque lo llevaba a pasear, pero él no pensaba en lo que yo le daba o en lo que hacía en su favor, sino en lo que yo era.
El doctor Alexis Carrel escribió: “Las almas simples sienten a Dios tan naturalmente como sienten el calor del sol o el perfume de una flor”. Disfruta el momento eterno en que estás con Dios. Donde él está se halla está la eternidad, y el día de hoy es también una porción de la eternidad. Disfruta lo bueno de la vida, porque donde está Dios está el bien supremo. Disfruta el amor, porque donde él está abunda el amor, pues “Dios es amor” (1 Juan 4:8).
Si pides algo y no lo recibes, no te desanimes, porque si la oración no cambia las circunstancias, te cambia a ti, y eso es mejor, ya que mientras más oras, más te asemejas al Padre. En el diálogo entre tu mente finita y la mente infinita de Dios hay aprendizaje. Ora y aprende a confiar. Ora y aprende a perseverar. Ora y aprende a depender del “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Sant. 1:17).