EL PRECURSOR DE INTERNET
“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír” (Isaías 59:1).
Cuando era niño, los teléfonos eran a disco. Había que introducir el dedo en el número correspondiente y hacer girar ese disco. Desde luego, todos los teléfonos eran cableados. Y en las dependencias públicas, clubes o lugares donde había teléfonos expuestos al público, se les colocaba un pequeño candado en el 0 (que estaba debajo de todos los números). Así, se impedía el movimiento del disco y la llamada. ¡Eso sí que era tener el teléfono bloqueado!
Tal vez, te sorprendas por cómo eran las comunicaciones hace no muchos años, si las comparas con las de hoy. Pero, para llegar hasta las actuales tecnologías, hubo decenas de precursores que dejaron su legado.
Uno de ellos fue Guillermo Marconi, un ingeniero, inventor y empresario italiano, que ganó el Premio Nobel de Física en 1909. El 14 de mayo de 1897, hizo su primera transmisión telegráfica sin hilos. Hoy diríamos que Marconi hizo una comunicación gracias a una especie de “W¡ F¡”. Sin dudas, fue un día histórico.
Este telégrafo inalámbrico salvó miles de vidas en guerras y en naufragios, como el del Titanic, además de brindar a los usuarios una nueva manera de comunicación. No exageramos al decir que este telégrafo es considerado el antecesor de Internet inalámbrica, el control remoto, la televisión satelital y la telefonía celular.
Físicamente, no existen hilos tan extensos para que lleguen hasta el cielo y podamos dialogar con Dios. Pero sí existen la Biblia y la oración. La Biblia usa un soporte material, una mediación (el papel, en este caso); pero podríamos decir que la oración es “Wi-Fi”. La oración cuesta una rodilla doblada, una petición sincera y una fe inmensa en las sublimes promesas que Dios nos dejó.
Hoy puede ser un día histórico. Entabla una comunicación “Wi F¡” gratuita con Dios. Incluso, me lo imagino con un papel, dándonos la contraseña para conectarnos. Lee más. Ora más. Invierte en la comunión con él.
“Debemos conceder a las Escrituras mayor valor del que les hemos concedido, porque en ellas está revelada la voluntad de Dios a los hombres. No es suficiente asentir meramente a la veracidad de la Palabra de Dios, sino que debemos escudriñar las Escrituras para aprender lo que contienen. ¿Recibimos la Biblia como el ‘oráculo de Dios’? Es tan realmente una comunicación divina como si sus palabras nos llegasen con voz audible” (Elena de White, Joyos de los testimonios, t. 2, p. 205).