ESTE HERMOSO DÍA
“Este es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él”(Sal. 118:24, NVI).
Los días hermosos no son solamente aquellos en los que el sol brilla, los cielos están despejados, hay una dulce brisa suave y pájaros cantando. Los días lluviosos también tienen su belleza. Imagina que eres una flor.
¿Te quejarías por el clima, si las nubes grises reemplazaran el sol? ¿O estarías agradecida también por los días lluviosos? Así como las flores necesitan todo tipo de días para crecer, nosotras necesitamos una variedad de factores “climáticos”, para madurar hacia la plena belleza que Cristo quiere que tengamos. Por supuesto, generalmente no tenemos problemas con los días “soleados” de la vida, cuando todo avanza sin inconvenientes.
Pero ¿y los demás días? Esos días en los que tenemos que luchar para avanzar a través de nubes de desaliento o de la oscuridad del dolor físico, emocional o relacional. Días en los que debemos luchar por recordar que la Luz del mundo, el Sol de justicia, tiene las respuestas a nuestras necesidades y perplejidades. Los días lluviosos pueden hacernos crecer hasta una fe y confianza que demasiados días de sol no podrían darnos.
Cuando hundimos nuestras raíces en la profundidad de la nutritiva tierra de la Palabra de Dios, y aceptamos la “lluvia” que cae sobre nosotras, podemos estar seguros de estar creciendo en gracia, cobijadas entre sus brazos de amor. De hecho, Jesús dijo a sus seguidores que los días “lluviosos”, con problemas, pruebas y tristezas, formarían parte del crecimiento en gracia aquí, en la tierra: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
A través de Pablo, Dios nos aseguró que podemos salir vencedoras ante cualquier cosa, gracias a la fuerza de Cristo en nosotras (ver Fil. 4:13). Con lluvia o con sol, Dios nos brinda su amante cuidado a todas nosotras, sus “flores”. Y la belleza de cualquier día reside en nuestra capacidad para entender que él cuidará de nosotras y seguirá haciéndonos crecer en su gracia y su verdad, sin importar el “clima”. Querido Señor, gracias por el regalo de este hermoso día.
Ayúdame a apreciar los nuevos comienzos y las infinitas posibilidades. Ayúdame a ganar victorias y a acercarme más a ti. Ayúdame a confiar en que tú me amas y me cuidas. Que recuerde que contigo no hay nada que no pueda enfrentar.
Rhodi Alers de López