“Aunque tropiecen, nunca caerán, porque el Señor los sostiene de la mano” (Sal. 37:24, NTV).
Rebecca Sharaya se dedica a la musicoterapia. Durante años, sin embargo, su amor por la música estuvo velado por un problema: el perfeccionismo. Su deseo de tocar cada pieza musical sin cometer ni un solo error la llenaba de ansiedad y preocupación. Aunque sus padres le dijeron que había dado un buen concierto, ella podía recordar cada error, cada nota equivocada con agudísima claridad. Fue justamente su trabajo en musicoterapia lo que la ayudó a cambiar, al observar las terribles consecuencias de esta tendencia en sus pacientes. Las mujeres que, como Rebecca, tenemos tendencia al perfeccionismo, solemos mirar al plan de Dios para nuestra vida a través de este marco interpretativo. ¡Pensamos que no podemos errar ni una sola nota! En su artículo “Escuchando la belleza de la imperfección”, Rebecca escribe: “Siento que tengo que hacerlo [todo] perfecto porque Dios, el artista divino, debe haber escrito la sinfonía de mi vida para que sonara de cierta manera. Aun cuando no tengo la partitura, me siento obligado a tocar mi parte perfectamente, y esto me aterra un poco”.
Dios tiene un plan para cada una de nuestras vidas. Sin embargo, no es que él espere que nunca cometamos errores. La Biblia ofrece una bellísima imagen acerca de lo que sucede cuando tropezamos. “El Señor dirige los pasos de los justos, se deleita en cada detalle de su vida. Aunque tropiecen, nunca caerán, porque el Señor los sostiene de la mano” (Sal. 37:23, 24, NTV). Dios es como una madre que le enseña a su bebé a caminar, sosteniéndolo de la mano. Cuando el bebé se tropieza, la madre lo ayuda a levantarse, le sonríe y lo anima a continuar. hijos con dulzura, ¡con mayor ternura nos guiará nuestro Padre Celestial!
Hay una enorme diferencia entre rebelarnos en contra de la voluntad de Dios y sencillamente tropezar mientras avanzamos. La Biblia dice: “Los justos podrán tropezar siete veces, pero volverán a levantarse” (Prov. 24:16, NTV). Tropezarse es parte del proceso, pero no arruinar el plan de Dios para nuestras vidas. Dios sabe que vamos a tropezar al avanzar, ¡por eso se ofreció a guiarnos de la mano!
Señor, gracias, porque tú me guías de la mano. Gracias, porque tu plan no es tan frágil, ni tu creatividad tan limitada como para que mis tropezones puedan arruinarlo. Sobre todo, te agradezco porque mi valor no depende de que nunca me equivoque, sino de tu amor por mí.