Pero le salió al encuentro el vidente Jehú hijo de Jananí, y le dijo al rey Josafat: «¿Así que ayudas al impío, y amas a los que odian al Señor? Pues por esto, de la presencia del Señor ha salido su ira contra ti (2 Crónicas 19:2).
¿CÓMO TE SIENTES CON LOS QUE NO AMAN A DIOS? ¿Disfrutas de su compañía? ¿Copias su manera de hablar y su vocabulario? ¿Escuchas la misma música que aquellos que no creen en las verdades eternas? ¿Prefieres amistades que respeten a Dios o te da lo mismo?
Después de décadas de luchas y guerras entre las tribus de Israel y el reino de Judá, finalmente ambos reinos concertaron la paz. El rey Josafat, un rey que «siguió los caminos por los que antes anduvo David, su padre, buscó al Dios de sus antepasados y siguió sus mandamientos y no lo que hacían los de Israel» (2 Crón. 17: 3- 4), hizo alianza con Acab, el rey de Israel que «sus fueron peores que los de todos los hechos los que reinaron antes de él» (1 Rey. 16:30). Si bien los reinos de Judá e Israel tenían la misma sangre, bajo el reinado de Acab las diez tribus de Israel llegaron a un nivel extremo de apostasía. Josafat, aparentemente, no le dio importancia a la idolatría y al paganismo del reino de Israel.
Como eran amigos, Acab invitó a Josafat para juntos guerrear contra Ramot de Galaad, y aunque el profeta Micaías les anunció la derrota, fueron también y perdieron la batalla. En ella, Acab perdió la vida, y mientras volvía Josafat para Jerusalén, el profeta Jehú le dijo lo que leemos en el versículo del día de hoy.
¿Por qué Dios no aprueba que su pueblo entable amistad con los incrédulos? Elena G. White responde: «Los cristianos que se asocian con compañías mundanas se perjudican a sí mismos y están descarriando a otros. Los que temen a Dios no pueden elegir a los irreligiosos como compañeros sin resultar dañados. En esas asociaciones son puestos bajo la influencia de principios y Costumbres mundanas, y por influencia de la compañía y el hábito, la mente llega a conformarse cada vez más a las normas mundanas. Su amor a Dios se enfría, y no tienen más deseos de estar en comunión con él. Llegan a ser ciegos espirituales» ( Mensajes selectos , t. 2, p. 147).
Nuestro Padre Celestial desea protegernos en todo y por esa razón nos aconseja sabiamente a nuestras compañías. En el reino de los cielos no habrá lugar para amistades mundanas, solo los fieles hijos de Dios gozarán de la presencia continua del Salvador, y para ese mundo debemos prepararnos.