DOS MILAGROS EN CUESTIÓN DE HORAS
«Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas». Salmo 17: 8, RV95
RECUERDO QUE UN DÍA MUY LLUVIOSO me encontraba en la oficina de la empresa donde trabajo, miré por la ventana hacia el cielo y me di cuenta de que una tormenta caería en cuestión de minutos, esto pondría en peligro mi computadora portátil y unos documentos de trabajo, así que oré: «Por favor, que no llueva cuando vaya de regreso a casa».
Al salir de la oficina, sentí gotas de lluvia en mi espalda, me percaté de que había estado lloviendo, pero ya había parado, Dios había respondido mi oración, así que oré nuevamente dando las gracias a Dios por la pronta respuesta. Muy agradecido y feliz abordé el primero de dos autobuses que debía tomar para regresar a casa en otra ciudad. Recuerdo que había mucho tráfico aquel día y el recorrido me tomó más de media hora. Entonces me di cuenta de que tenía poco tiempo para abordar el último de los autobuses que partían a Escuintla, mi ciudad, ubicada a sesenta kilómetros de la capital de Guatemala, así que no tendría tiempo para tomar el autobús.
En ese momento oré: «Señor, por favor, permíteme tomar a tiempo el ómnibus o provéeme de otro medio de transporte para regresar a casa, en el nombre de Jesús, amén». Luego de elevar esta oración revisé mi celular y noté que tenía una llamada perdida de uno de los ancianos de la iglesia a la que asisto. Devolví la llamada y le comenté que estaba en la capital pero ya iba de regreso a Escuintla. El hermano se ofreció a recogerme y llevarme, pues también se encontraba en la capital e iba de regreso a casa. Ya puedes imaginar mi alegría Dios había contestado mi segunda oración justo cuando la había pronunciado.
Cuando colocamos nuestros planes en las manos de Dios y permitimos que Su voluntad se cumpla en nuestras vidas, podremos experimentar su protección y cuidado en todo momento.
Es probable que hoy tengas en mente una petición, sencilla o complicada, ¿cuál es esa oración o petición? Te invito a ponerla en las manos de Dios y a esperar en él. Es probable que veas la respuesta antes de lo esperado.
Javier Recinos