LA VERDADERA BELLEZA
“Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios” (1 Ped. 3:4, NVI).
Hojeando una revista para adolescentes, vi imágenes de jovencitas con maquillaje colorido, cejas teñidas y perfectamente depiladas, pestañas rizadas, mejillas sonrojadas y labios pintados. El glamour de esas hermosas mujeres se veía acentuado por ropa y accesorios a la moda. Una mirada a su piel tersa, sus ojos perfectos y sus poses confiadas harían tambalear a cualquier chica insegura. Tuve que preguntarme: la verdadera belleza, ¿se mide por un maquillaje perfecto, ropa a la última moda y zapatos elegantes? Ser verdaderamente bellas, ¿significa tener un cuerpo esbelto, que parece producto de una dieta permanente? El mundo honra la belleza exterior por medio de concursos de belleza, programas de modelaje y la invasión de mujeres atractivas que vemos en anuncios publicitarios, revistas y programas de televisión. Pero he analizado de cerca qué es la belleza real, y he llegado a las siguientes conclusiones.
Primero, la belleza real es nutrir una relación con el Creador. David declara que Dios nos creó para que seamos criaturas maravillosas (ver Sal. 139:14). Y, como Dios es nuestro Creador, tenemos el privilegio de tener una relación profunda con él al leer su Palabra, orar y seguir la dirección de su Espíritu. En esta relación íntima es que encontramos nuestro verdadero valor.
Segundo, la belleza real es reconocer que Dios te creó como un ser único y maravilloso. Acéptate como eres: única y especial, creada con un propósito que solo tú puedes cumplir.
Tercero, la belleza real es descubrir tu propósito en la vida. Concéntrate en lo que puedes hacer, en lugar de en lo que no puedes hacer. Una mujer hermosa es una mujer diligente, lista para cumplir la misión de Dios para ella, sin importar en qué momento de su vida esté.
Finalmente, ser verdaderamente hermosa es ver y extraer la belleza en los demás. La mujer bella es solidaria, bondadosa, empática y servicial. Una mujer hermosa comparte con los demás lo que sabe de Jesús, así como hizo María Magdalena luego de que Jesús la restaurara. La verdadera belleza de una mujer sale de adentro, de reflejar el carácter de Dios y de vislumbrar el valor de cada alma con quien se encuentra.
Olvida el estándar de belleza del mundo, porque “engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza” (Prov. 31:30, NVI).
Grachienne L. Banuag