Domingo 1 de Julio – SOLO UNA FACTURA – Devocional para Damas

SOLO UNA FACTURA

“No…” (Éxo. 20: 17).

Entré en casa llevando en la mano la correspondencia que había llegado y la tiré sobre la mesa, cerca del bote de basura. Lo mismo de siempre: publicidades de cosas que no quiero; catálogos de cosas que no voy a comprar, propaganda política. Por supuesto, de vez en cuando, hay alguna carta personal o una factura para pagar, y cada mes llega el resumen del banco. Reconozco ese sobre y lo pongo en algún lugar seguro, para después revisarlo.

Unos días después, cuando tuve algo de tiempo, busqué el resumen del banco y mi chequera, para asegurarme de que todo estuviera bien. Encontré los gastos usuales: el cheque para la iglesia, un cheque para la peluquería, pagos de ropa para chicos, retiro de efectivo del cajero automático y un pago de la tarjeta “Discovery”; pero… no decía “Discovery”, sino “Discovetr”. Me reí, al pensar en la persona apurada que había apretado las teclas equivocadas al escribir, como a mí me pasa de vez en cuando. Pero la palabra que se formó en el medio (covet) [Codiciar] me llamó la atención y medio mucho en qué pensar.

¿Podría haber una relación entre mi tarjeta de crédito y el acto de codiciar? ¡Seguramente, no! Sin embargo, debo ser honesta en reconocer que me encanta hacer compras. Mi esposo dice que es mi terapia, y debo admitir que es bastante fácil comprar cuando tengo una tarjeta de crédito en la cartera. Pero ¿Cuenta eso como “codiciar”?

Conozco el versículo bíblico que dice: “No codiciarás”. Busqué la definición en el diccionario, y explica que es querer algo excesivamente, ansiar, o desear. Entonces, llegó la hora de hacer una autoevaluación. Tener una tarjeta de crédito a mano cuando salgo de compras realmente facilita que haga más que desear las cosas que veo. Pero quiero ser una buena mayordoma del dinero de Dios; después de todo, empecemos por entender que no es mío. Sin embargo, mi respuesta habitual a llevar conmigo una tarjeta de crédito es que me posibilita aprovechar una oferta que puedo encontrar inesperadamente.

Mi resumen del banco vino dos meses seguidos con ese error extraño. Quizás alguien (léase el Espíritu Santo) estaba tratando de llamarme la atención.

Quizá, lo que tengo que hacer cuando llega la correspondencia es tirar rápidamente a la basura las publicidades atractivas y los catálogos llamativos, ¡antes que el deseo y las ansias excesivas echen raíces!

ROXY HOEHN

Radio Adventista

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