JUEGO DE TRONOS
“Todos los que salgan vencedores se sentarán conmigo en mi trono, tal como yo salí vencedor y me senté con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:2 1, NTV)
El libro de Ceorge R. R. Martin, Juego de tronos, se volvió popular gracias a una serie de televisión basada en el libro. En esta obra, el trono es símbolo de poder y ambición. Por otro lado, la Biblia nos presenta que los vencedores del tiempo del fin también se sentarán en un trono; pero esta vez, el trono del universo. Pero ¿cómo convertirse en vencedores? El 9 de julio de 1901, la Adventist Review publicaba el artículo de Elena de White titulado “Vencer como Cristo venció”. Allí, comenta el texto de Apocalipsis 3:21 y relaciona la victoria con el dominio propio:
“En esas palabras se nos encomienda a cada uno una obra individual. Debemos hacer esfuerzos decididos para vencer como Cristo venció. A nadie se lo exime de librar esta batalla. Si queremos que las puertas de la santa ciudad se entreabran para nosotros, si anhelamos contemplar al Rey en su hermosura, debemos vencer ahora como Cristo venció. […] Él dejó a un lado sus mantos reales, su autoridad suprema, sus riquezas y, por causa de nosotros, se hizo pobre para que pudiésemos llegar a poseer una herencia inmortal. Hizo frente y venció al príncipe de las tinieblas para nuestro beneficio. […]
“La lección de dominio propio debería comenzar con el niño en los brazos de su madre. Debería enseñársele que su voluntad debe ser sometida a la de Dios. […] ¿Quiénes son esos niños confiados a nuestro cuidado? Los miembros más jóvenes de la familia del Señor. Él dice: ‘Tomen a esos niños y edúquenlos […] para que sean pulidos a la manera de piedras de un palacio, preparados para brillar en los atrios de mi casa’. ¡Qué obra importante! […]
“Recuerden que el Creador del universo los ayudará en esta obra. Confiados en su fortaleza, y por su nombre, pueden conducir a sus niños de tal modo que lleguen a ser vencedores. Enséñenles a buscar poder en Dios. Díganles que él oye sus oraciones. Enséñenles a vencer con el bien el mal, a ejercer una influencia que eleve y ennoblezca. Condúzcanlos para que se unan con Dios, y entonces tendrán poder para resistir la más fuerte tentación. Entonces, recibirán la recompensa dada al vencedor”.
Hoy, puedes ser más que vencedor por medio de Cristo, quien no solo murió por nosotros en la cruz, sino además, al hacerlo, obtuvo la victoria por nosotros. Si dejamos que él actúe en nuestra vida, santificándonos por medio del Espíritu Santo, la victoria está garantizada.