OREMOS TAMBIÉN EN GRUPO
«Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego». Hechos 1: 14
LA PERSEVERANCIA en la oración se ha constituido en una condición para recibir lo que pedimos. Hemos de orar continuamente si queremos crecer en fe y en experiencia. Debemos ser «constantes en la oración» (Rom. 12:12, LPH). «Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento» (Col. 4: 2, NVI). El apóstol Pedro exhorta a los cristianos: «Para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada» (1 Ped. 4:7, NVI). El apóstol Pablo aconseja: «En toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias» (Fil. 4: 6, NVI). Dice Judas: «Ustedes, en cambio, […] manténganse […] orando en el Espíritu Santo” (Jud. 20,21, NVI). Orar sin cesar es mantenerse en permanente y constante comunión con Dios, de modo que la vida de Dios fluya a la nuestra, y de nuestra vida la pureza y la santidad refluyan a Dios.
Conviene que seamos diligentes en la oración. No permitas que nada te impida orar. Haz todo lo que puedas para mantenerte de continuo en comunión con Jesús. Aprovecha toda oportunidad que tengas para ir a donde se acostumbra a orar. Quienes de veras intentan mantenerse en comunión con Dios asisten a los cultos de oración, son fieles en cumplir su deber, y se muestran ávidos y afanosos por obtener todas las bendiciones que puedan alcanzar, y aprovechan toda oportunidad de ponerse en situación de recibir rayos de luz celestial.
Tenemos que orar también en el círculo de nuestra familia; y sobre todo no descuidar la oración privada, porque es el aliento del alma. Es imposible que florezca nuestra espiritualidad cuando se descuida la oración.
La oración pública o en familia por sí sola no es suficiente. Ábrele tu alma al penetrante ojo de Dios cuando estés solo. La oración secreta únicamente debe ser oída por el Dios que escucha todas las plegarias. Ningún oído curioso debe cargar con el peso de tales peticiones. En la oración privada el alma se halla libre de las influencias del ambiente, libre de excitación. Tranquila pero fervientemente se elevará la oración hacia Dios. Dulce y permanente será la influencia que dimana de Aquel que ve lo secreto, cuyo oído está abierto a la plegaria que brota del corazón. Mediante una fe sencilla y serena el alma se mantiene en comunión con Dios, y recoge los rayos de la luz divina para fortalecerse y sostenerse en la lucha contra Satanás. Dios es el baluarte de nuestra fortaleza.
Ora en un lugar secreto; y mientras atiendes tu trabajo cotidiano levanta a menudo tu corazón hacia Dios. Así fue como Enoc anduvo con Dios. Esas oraciones silenciosas suben como aromático incienso ante el trono de la gracia. Satanás no puede vencer a aquel cuyo corazón está apoyado en Dios.— El camino a Cristo, cap. 11, pp. 144-146.