LA ILUSIÓN DEL CONTROL
“El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor” (Prov. 16: 9).
¿Cuántos de nosotros luchamos por controlarnos a nosotros mismos y el ambiente que nos rodea? Para la mayoría, esta necesidad de control conduce al estrés y la frustración. Para otros, lleva a trastornos alimenticios, u otras conductas destructivas o autodestructivas.
Un día estaba en la cama con mi hijo de seis meses, cuando él se estiró y comenzó a jugar con mi mano. Me relajé y lo dejé explorar: movía mi mano hacia adelante, y luego la empujaba hacia atrás. La movía hacia a la derecha y luego hacia la izquierda, y trataba de girarla. Si trataba de moverla a una posición que me era incómoda, yo simplemente movía mi codo o mi hombro para eliminar la presión, o lo corregía suavemente. Jugó de esta forma por un buen rato, ya que es un niño muy curioso.
De repente, se cruzó por mi mente que él podía llegar a pensar que tenía el control. Después de todo, si él quería que mi mano fuera a la izquierda, iba a la izquierda. Lógicamente, él razonaría que tenía el control. Como era pequeño, dudo que haya llegado a esa conclusión. Sin embargo, muchas veces nosotros podríamos creer que tenemos la capacidad de controlar la mano de Dios. Se nos dice que oremos y pidamos a Dios los deseos de nuestro corazón: sanidad, ayuda, consuelo o cualquier otra cosa. Pero Dios no es un genio en una lámpara mágica; y muchas veces, aunque pedimos, él nos dice “No” o “Espera”. No obstante, hay ocasiones en que pedimos algo que es la voluntad de Dios y la respuesta es “Sí”. Si tenemos la bendición de que muchas de esas oraciones sean respondidas vez tras vez, podemos llegar a sentir que son nuestras oraciones fervientes o alguna otra actividad que estemos realizando lo que hacen que Dios responda como lo pedimos.
Este es un pensamiento peligroso. Así como Pedro cuando caminaba sobre el Mar de Galilea, esto puede hacer que nos hundamos; y si no somos cuidadosos, nos ahogaremos. ¿Por qué? Porque Satanás disfruta de alentar este tipo de pensamientos, que hacen que saquemos nuestros ojos de Jesús y los enfoquemos en nosotros mismos. Nunca debemos olvidar que Dios siempre tiene el control cuando nuestras oraciones reciben un “Sí” por respuesta, por supuesto que nos regocijamos; pero en lugar de pensar que la respuesta indica que Dios está haciendo lo que nosotros le decimos, sepamos que es porque nosotros estamos haciendo su voluntad.
Cada día, al aferrarnos por fe de la mano de Dios, recordemos que haber tomado la mano de Dios no significa que no la controlamos. Regocíjate en el gozo y la paz de saber que Dios está al control… siempre.
JULI BLODD