Domingo 06 de Agosto del 2017 – LA PRUEBA ANTES DEL TESTIMONIO – Devoción matutina para la mujer

LA PRUEBA ANTES DEL TESTIMONIO

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10).

Como ya tenía un historial previo de insuficiencia cardíaca, reconocí los síntomas de otro episodio que se avecinaba, y el 13 de febrero de 2013 me preparé para hospitalizarme. Mi preocupación era cómo estaría mi esposo mientras yo permaneciera en el hospital. Pero Dios proveyó, porque solo él sabía lo que mi familia y yo estaríamos por pasar. Él sabía que las siguientes siete semanas serían las más desafiantes de mi vida; y no recuerdo la mayor parte de lo que sucedió. Desde mediados de febrero hasta el 1 ° de abril, sufrí cuatro o cinco insuficiencias cardíacas y pasé la mayor parte del tiempo en el hospital en Terapia Intensiva. En determinado momento estuve conectada a un respirador artificial, en un coma inducido, con las manos atadas a la barandilla de la cama. Tampoco recuerdo nada de esa fase.

Lo que sí recuerdo es al Dr. Renee Mobley, director de capellanes del hospital, diciéndome: “Tú eres quien debe elegir si vivir o tirar la toalla”. Después de eso, no recuerdo nada de los días siguientes. Cuando me di cuenta de la gravedad de mi situación, tenía miedo de preguntar a Dios: “¿Por qué?” Había tenido cirugías importantes más de una vez en el pasado, incluyendo un triple bypass de corazón. Ahora, a la semana, estaba fuera del hospital y recuperándome.

He llegado a entender que lo que me sucedió fue cosa de Dios. Yo podía “elegir” vivir, pero el resultado estaba fuera de mi control. Aunque no del control de Dios; por eso decidí confiar en mi Padre celestial, que me amó lo suficiente como para enviar a su único Hijo a este mundo para rescatarme… a mí.

He aprendido que la sumisión a la voluntad de Dios es una experiencia muy dulce. A pesar de que padezco tanto de los pulmones como del corazón, me imagino cada noche subiéndome al regazo de Jesús y apoyando mi cabeza sobre el hombro de mi Padre celestial, al irme a dormir. ¡No más ansiedad a la hora de dormir! ¡Alabado sea Dios!

He aprendido a confiar en Dios, sean cuales fueren las circunstancias; solo él sabe qué pasará mañana. Él sostiene mi vida en sus manos cada día; ¡y no podría estar en mejores manos! Ni tú tampoco. Jesús salva, así que, ¿por qué no dejar que nos salve de la manera en que él sabe?

Jean Kelly

Radio Adventista

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