LA LECTURA DIARIA
“Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Prov. 4:23).
Cada mañana, al entrar en el edificio en que trabajo, tomo el periódico que llega a nuestra empresa. Luego de arreglar mi escritorio para comenzar el día, llevo el periódico a la cocina y lo dejo sobre la mesa, para que todos puedan leerlo.
La mayoría de los días, alguien entra a los pocos minutos y va derecho al periódico. No mira los titulares para saber qué sucedió mientras dormía; no, la página que más interesa a mis compañeros es el horóscopo. Quieren leerlo antes de comenzar a trabajar, para saber qué tipo de día tendrán. Un día, me demoré en mi escritorio y no puse el periódico en la cocina temprano.
Un compañero de trabajo vino a pedírmelo, porque quería saber qué predecía el horóscopo para ese día. “¿En serio? ¿Gobiernan su día sobre la base de lo que diga el horóscopo?”, murmuré, al ver a varias personas mirando al mismo tiempo la página del horóscopo. Evidentemente, allí es donde buscan esperanza. Mi mañana comienza de manera diferente. No busco esperanza… La encuentro. Porque comienzo mis días con oración, la lectura de la sección para ese día del libro de devocionales para la mujer, y un poco de estudio de la Biblia, a través de las lecciones de estudio bíblico semanales de nuestra iglesia.
Al comenzar mi día de trabajo, mis oraciones continúan, porque anhelo que Dios esté a cargo de mi día. En estos últimos días de la historia de este mundo, debemos guardar nuestros corazones y mentes. Cuidémonos de llenarlos con la verdad, la esperanza y la dirección que nos otorga la Palabra de Dios. Conversemos con él, a través de la oración continua, a lo largo de todo el día. Meditemos sobre lo que leemos cada mañana en la Biblia, para poder tener discernimiento divino para nuestras vidas diarias. También podemos compartir con los demás la riqueza de nuestro caminar espiritual. De hecho, hace poco se me ocurrió algo: quizá debería cambiar el periódico del trabajo por una Biblia.
Podría ponerla sobre la mesa de la cocina de mi empresa. Y, quién sabe, quizás algunos de mis compañeros de trabajo comenzarían a leerla al inicio del día. Y, lo mejor de todo, ¡quizás encontrarían esperanza!
Angele Peterson