EL VASO MEDIO VACÍO
“Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta..!’ (Filipenses 3:73, 74).
Este día es el punto medio (exactamente la mitad) de un año normal, porque han pasado 182 días, y todavía restan 182 días, en años no bisiestos. El momento exacto de esta mitad es al mediodía.
A esta altura, ¿ves el vaso de tu vida medio lleno o medio vacío? Un conferenciante mundialmente reconocido por sus charlas acerca del manejo del estrés, mostró un vaso a medio llenar. Inmediatamente, todos pensaron que consultaría la percepción de la audiencia: ¿Está medio lleno o medio vacío? Pero preguntó: “¿Cuánto pesa este vaso?” Mientras respondían, siguió con el brazo estirado, durante más de cinco minutos. Entonces, afirmó: “No importa cuánto pesa. Lo importante es cuánto tiempo lo sostengo”. Incluso hasta la carga más liviana puede convertirse en una pesadilla si la sostenemos durante mucho tiempo.
Recuerdo cuando rendí una serie de exámenes para mi posgrado: cinco exámenes, de seis horas cada uno. La preparación lleva entre cuatro y seis meses. Estudiar nunca me ha resultado particularmente difícil, más si es en el área que me interesa. Imperceptiblemente, empero, esa carga comenzó a abrumarme, hasta casi volverse insoportable. ¿La razón? Quise llevar mi carga solo.
A veces, la carga más difícil de sobrellevar es la que creemos que podemos soportar. Cuando nos vemos sobrepasados, acudimos inmediatamente a Jesús. Pero cuando consideramos que nuestras fuerzas son suficientes, y las dificultades se extienden temporalmente, nuestra mente y nuestro corazón pueden atrofiarse queriendo sobrellevar algo que bien podríamos haber compartido con Cristo mucho tiempo antes. Cristo nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mat. 11:28-30). Fue cuando reconocí mi incapacidad y el poder de Dios para actuar, que mi carga se alivianó.
Medio año ha transcurrido ya, y los desafíos que tenemos por delante parecen inmensos. Posiblemente, más de un problema te haya desgastado espiritual y emocionalmente. ¿Seguirás cargando tus problemas en soledad o los compartirás con Cristo? Comienza esta segunda mitad del año sin sobrecargas ni lastres. Recuerda: no importa lo grande que es el problema, sino el tiempo que transcurre sin que lo abandones a los pies de Jesús. Puestos los ojos en Jesús, y nuestras cargas en sus manos, ¡la carrera se hace mucho más liviana!